Un equipo de Sociólogos sin Fronteras debería desplazarse a La Puebla del Río para tomar nota ante la historia y los libros de texto de lo que allí está ocurriendo. O no, igual todo es normal, millenial, pos verdad, y el que no entiende la comedia es servidor, un sospechoso natural de malagismo, un apátrida emocional más aficionado a Faemino y Cansado que a Los Morancos. Imagínense el personaje al que están leyendo.
En esa bella localidad ribereña, como dicen los pregones de cualquier índole, se vive una dura pugna por las esencias patrias entre el alcalde socialista y uno de los más famosos líderes de la ultra derecha. Lo curioso es que la pugna no se produce al estilo don Camilo y Pepone, con su rivalidad ideológica, sino que se dirime en el terreno de juego del berlanguismo por que así lo desean los contendientes. Este fin de semana acabado ayer hubiera hecho las delicias de cualquier aspirante a Tom Wolfe local. Un estudiante medio de Periodismo se habría hinchado de escribir metáforas lisérgicas en su bloc de notas sin necesidad siquiera de un traje blanco y un cóctel de invierno en la mano.
Vayamos a los hechos. Todo visitante a la localidad se vio saludado por una gran bandera de España de costero a costero con la palabra ‘Welcome’. Tan desprejuiciado guiño a ‘Bienvenido mr. Marshall’ daba paso a la calle principal, llena de banderas patrias tras reparto gratuito. En el balcón del Ayuntamiento viejo se asomaba el líder ultra y, a la par, afamado torero Morante, impulsor anímico y económico del asunto.
Mientras ojeaba deleitoso a sus paisanos, quien sabe si futuros votantes en mayo, por la calle desfilaba una especie de escuadrón simulando ser legionarios/as; mientras, la figura del patrón local, el asaeteado san Sebastián, había sido vestida con un capote y descabalgada del paso para que contemplase en primera fila lo que iba a ocurrir. Un encierro taurino, con posterior paella, imagino que gratuita; y para rematar, corrida, con todos los aspirantes a figura de La Puebla recogiendo orejas.
La Puebla, localidad bastante roja, resulta un estupendo campo de pruebas para las futuras contiendas electorales. Y para comprobar hasta qué punto la mezcla toros-patria-religión-política puede funcionar sin que nadie grite hasta aquí ha llegado la tontería. A estas alturas en quien más confío es en el párroco, quien igual el año próximo estima que utilizar al pobre Sebastián en tales comedias costumbristas es sacrílego.
Más cuando el santo mira al cielo, y ni ve pasar a mozos y toros en feliz mezcolanza ni ná.