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Atando Cabos

El must de los elefantes

Si retrocedemos a la calificación de violencia doméstica en lugar de género estaremos de nuevo sin norte para solucionar el problema

Publicado: 13/02/2019 ·
09:22
· Actualizado: 13/02/2019 · 09:22
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Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente y verso suelto

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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Los elefantes tienen unos genes especiales que reparan el daño celular y eliminan las células mutadas. Por este motivo no padecen cáncer y además se conservan como especie.Qué suerte ser elefante y librarte de esta plaga devastadora. Podríamos parecernos a ellos en este detalle biológico y no en otros. Porque así podríacantar como Serrat: “a menudo los elefantes se nos parecen”. Lo vemos en el curioso caso de lo que ocurre cuando se ata a un elefante a una silla y no se moverá. Los elefantes criados en cautividad son atados desde pequeñitos a una estaca. Ellos intentan soltarse una y otra vez, haciéndose daño incluso. Pero llega un momento en que dejan de hacerlo, asocian el hecho de estar amarrado con no moverse para no hacerse daño y ya da igual que lo ates a una piedra o a una silla. Muchas personas actúan igual cuando sufren daño durante mucho tiempo: no huyen, sienten que es una situación irremediable. Me refiero al caso de las mujeres maltratadas.

Del mismo modo no puedo dejar de relacionar la violencia de género con el must de los elefantes macho:una locura transitoria que sufren, ocasionada por una elevación de los niveles de testosterona hasta tres veces lo normal. Durante ese periodo se vuelven peligrosos para otros animales y para sus congéneres, atacando y matando sin motivo. Este tipo de comportamiento sólo lo tienen los elefantes macho. En el caso de la sociedad humana, la violencia machista se ampara en la desigualdad de género que impregna todo nuestro sistema social.

Hasta ahora nadie puede evitar que los elefantes tengan su peculiar locura devastadora. Se los suele aislar para que no sean un peligro. Pero cuando ya han producido el daño, nada puede hacerse. En el caso de los humanos, sí sabemos el origen del problema: un sistema sociocultural y político que coloca a las mujeres en situación de desigualdad.

Si retrocedemos otra vez a la calificación de violencia doméstica en lugar de violencia de género estaremos de nuevo sin norte para solucionar el problema. Hay que reconocer y evidenciar las características del problema en primer lugar para trabajar en atajarlo, yendo al origen del mismo, atacando las causas que hacen que perviva la desigualdad de género, desde que atas a un elefante a una silla y desde que tienes conocimiento de que al elefante macho le puede dar un must. Porque ambas situaciones deberían ser evitables en su símil humano. Nadie quiere tener un hijo, hermano, pareja maltratador. Nadie quiere leer el nombre de su hija, madre o hermana asesinada en los titulares de los periódicos.

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