Se cumplen en este año 2009 los cincuenta años del fallecimiento del Padre Corona y el centenario de su ordenación sacerdotal.
Don Francisco Corona Humanes, recordado párroco de Santiago y Arcipreste de Jerez fue un hombre admirable y un sacerdote ejemplar digno de recordarse por su entrega sin límites a los más necesitados. Según cuentan quienes le conocieron el padre Corona desde la borla roja de su inseparable bonete hasta la punta de sus gastados zapatos era todo caridad.
Nació en 1879 y era natural de Pedrera, un pueblecito de la provincia de Sevilla. Hijo de una humilde familia labradora trabajó guardando ganado a un rico hacendado, mostrando desde pequeño su vocación religiosa que le hacía, incluso poner nombre de santos a los animales. Se ordena sacerdote en Sevilla en 1909, y muy pronto, concretamente en 1919, pasa a ser párroco de Santiago de Jerez, la catedral del barrio del arte. Doctorado en Teología es nombrado Arcipreste de la ciudad, cuando el arciprestazgo acaparaba todas las parroquias jerezanas.
Por su incansable actividad pastoral, varias veces fue designado para recibir la dignidad episcopal, pero nunca quiso aceptar el cargo por no dejar a su querida parroquia, pues se consideraba tan feliz sirviendo a sus enfermos y necesitados del barrio que no deseaba nada más. El era sobrio modesto y fiel cumplidor de sus labores pastorales.
De él cuenta el historiador Antonio Mariscal en su libro sobre ‘Jerezanos para la historia’ que su extraordinaria sencillez, su trato afable y su profunda humildad, le hizo ganar rápidamente el cariño y el respeto de todos.
Sería prolijo relatar toda una trayectoria de servicio y entrega callada a los demás. Sólo baste decir que, en los terribles tiempos de la posguerra, cuando se carecía de todo, cuando el hambre y la enfermedad asolaban a la población, son muchas las familias gitanas que reconocen no haber sobrevivido sin la ayuda del Padre Corona, quien obtenía de mil formas y con mil argucias las ayudas necesarias en comida y ropa para los más necesitados.
Para este recordado sacerdote no existían colores ni bandos, en plena guerra civil española salvó a muchos detenidos por rojos, él manifestaba una y otra vez que la intransigencia es mala y como tal engendra odio y embrutece a las personas.
Querido y casi venerado por sus feligreses por su bondad y entrega, dispuesto a cualquier hora para cuidar a enfermos e impedidos, sin importarle frío o calor, ni las enormes distancias que abarcaba el barrio de Santiago y en la mayoría de los casos sin pedirlo.
Su muerte, a los 81 años de edad, el 24 de diciembre de 1959, supuso una de las mayores manifestaciones de pesar que se hayan conocido en Jerez.
En 1960, en su memoria el entonces alcalde de la ciudad don Tomás García Figueras, descubrió una placa en su honor en el exterior del templo de Santiago, pronunciando unas hermosas y emotivas palabras el inolvidable Tío José de Paula. El Ayuntamiento posteriormente dio el nombre de una calle del Polígono de San Benito al Arcipreste Corona.
En pocos días la Patrona de Jerez, la Virgen de la Merced, volverá a recorrer de nuevo la calle que lleva su nombre y al pasar por delante de Santiago el recuerdo del Padre Corona se seguirá haciendo presente entre su gente del bronce y del compás, entre todos los que le conocieron y admiraron, entre los que esperan ansiosos que de una vez por todas se consolide Santiago y vuelva a abrir sus puertas a todo Jerez, pero ya con el proyectado monumento junto a aquella placa de la inmortalidad, para poder seguir viendo recortada la silueta santa, castiza y tremendamente querida del Padre Corona, dispuesto con su bonete y sus zapatos gastados a seguir dando testimonio de la importancia de vivir para el servicio a los demás.
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