La británica reina de España Victoria Eugenia dejó un legado subversivo para nuestro estrecho país: se abrió de piernas sobre un caballo y decidió que ella montaría a horcajadas, nada de ir de lado como una amazona temerosa de la virtud. Ese gesto no resultó menor en una nación que -aún hoy- sigue torturándose sobre su punto de vista hacia las mujeres. Incluso de más rango que la reina: reparen en la alta importancia (con sentencias judiciales de por medio y todo) a la banal circunstancia de que la madre del Dios cristiano fuese virgen, al punto de denominarla tomando la parte por el todo: La Virgen.
La mujer, amigos varones, está caminando hacia un lugar en el que hemos vivido hasta ahora en exclusiva, y eso nos atemoriza. Ese lugar se llama Normalidad y, su capital, Igualdad. Han pasado demasiadas cosas durante siglos como para que las últimas ocurridas no acaben con la paciencia de muchas. Quizás ya son pocos los problemas en contrataciones y salarios respecto a las trabajadoras. Vemos que compiten en pabellones o logran generalatos sin que nadie rechiste. Pero, ay, los cadáveres siguen poniéndolos siempre ellas. Porque salgan a correr, beban vino en la fiesta de su pueblo, o deseen acostarse con otro (o con ninguno o con varios) el muerto siempre es ella.
Se quejan, se manifiestan, se encabronan. Y eso atemoriza a un sector de la población que, con bastante frecuencia, vota conservador. O al menos los líderes de derechas son quienes con mayor intensidad ejecutan piruetas verbales dignas de admirar sintácticamente, aunque sin resultado: enseñan una varonil patita peluda bajo la puerta cuando se trata de feminismo.
O de ecologismo. Otro momento estelar del tiempo bisagra que vivimos se produce al emitirse esta palabra. Como si la supervivencia de la especie derivase de cazar, ir en coche en línea recta, o cultivar frambuesas dentro de los parques nacionales.
Feminismo y ecologismo remueven algún temor telúrico en no pocos andaluces. Imagino que el pánico a dos fuerzas poderosas a poco que se les permita margen de maniobra. La naturaleza, que debe ser domeñada con escopeta y arado; y la mujer. La historia de la humanidad se ha escrito a costa de ambas. No ha existido ámbito cultural, político, religioso o económico en el que las mujeres hayan sido tratadas como iguales. Ni en los libros sagrados ni en el Código Penal.
Vivimos el mayor intento de marcar un punto de inflexión a esa deriva.
Ahora el objetivo se avista. Resuelta la monta a caballo, sólo queda que algunos se bajen del burro.