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La escritura perpetua

Esas flechas…

'Lo tuyo y lo mío’ es un musical divertidamente nostálgico, o de una nostalgia divertida, que se representa en el legendario teatro Lara de Madrid

Publicado: 30/07/2019 ·
17:29
· Actualizado: 30/07/2019 · 17:29
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Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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'Lo tuyo y lo mío’ es un musical divertidamente nostálgico, o de una nostalgia divertida, que se representa en el legendario teatro Lara de Madrid, con dirección musical de Didac Flores, muy bien cantado por Marina Pastor y Sergio Campoy, y con una excelente puesta en escena. Una obra refrescante, aunque esté llena del calor de la primera pasión amorosa. Muy recomendable. “Besos/ ternura/ que derroche de amor/ vaya locura…”, con aquel estribillo puede resumirse el musical ‘Lo tuyo y lo mío’, una obra de una melancolía optimista sobre el amor y el desamor, muy “vintage”, lleno de buenas intenciones, cuya principal peculiaridad radica en que utiliza la letra de grandes éxitos como único texto: “75 canciones en 75 minutos”, menciona el programa. De modo que a través de canciones de Karina, Raphael, Ana Belén, Sergio Dalma, Rocío Jurado, Mocedades, Joaquín Sabina, Shakira, Chenoa  o Alaska, entre otras y otros, se cuenta el amor de un chico y una chica desde el día en que se conocen, en medio de “esas flechas que se clavan una vez y una vez más”, porque “esas flechas van contigo donde quiera que tú vas”, hasta que descubren que no, que no son “ni Romeo ni Julieta, aquellos que murieron por su amor”. Porque ese chico que le promete a la muchacha rubia amor eterno en el sofá de una sala de estar con discos de Adamo, en una atmósfera muy años 60, descubrirá posteriormente que de quien está realmente enamorado es del músico que toca el piano como nadie.

Y en medio de este revuelo sentimental, 75 canciones en 75 minutos, decíamos, Raphael va a recordar a unos y otros que esa puede ser su gran noche, y suena el “chan, chan, chan…”, y es verano, cuando todo se hace más liviano e intrascendente, y de repente ha diluviado sobre Madrid en medio de una tarde de calor insufrible, el agua bajaba por las aceras de la Gran Vía “como una ola”, y los protagonistas de esta obra hacen las maletas finalmente, cada uno por su lado, se despiden con tristeza, porque no hay amor que cien años dure, pero quizás, y aunque esto no se diga en la función, algún día, lejos ya el uno del otro, escuchen en algún sitio una melodía que les haga recordar el remoto tiempo feliz en el que estuvieron juntos.

     Tócala otra vez, Sabina.

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