Los mismos que hoy se rasgan las vestiduras ante la propuesta de legislar el derecho a una muerte digna, invocando para ello el derecho a la vida, son los que callan ante la muerte de miles de migrantes en el Estrecho. Los mismos que miran hacia otro lado cuando se les pide que cedan su patrimonio para las personas desahuciadas de sus casas. Los mismos que niegan la violencia de género mientras asesinan a cientos de mujeres. Son los mismos que recortaron los recursos económicos a miles de dependientes, muchos de los cuales ya han muerto.
Hablamos de esos nacional católicos, que han hecho de su vida un canto a la incoherencia, ya me dirán ustedes qué tiene que ver tanta intolerancia, autoritarismo, pompa y boato con la humildad del cristianismo primigenio. Se trata de ese sector que condena todo avance social desde la altura de sus coches de lujo, desde sus casas amuralladas y desde la cronología de una historia que se transmite a través de la acumulación de una riqueza tan espuria como opaca.
La trituradora de la ultraderecha y de la ultra-ultraderecha ya está a pleno rendimiento, con argumentos tan miserables como impropios de sus señorías. Lo que ha hecho el diputado del PP, José Ignacio Echaniz, diciendo: “ustedes quieren la eutanasia para ahorrarse las pensiones y los cuidados de las personas mayores”, es tan miserable e indecente que merece una reprobación, no ya de la inmensa mayoría de la sociedad, esa es segura, sino del propio Partido Popular. Este es un paso, otro más, que aleja a la derecha española de sus homólogos europeos y que abunda en la senda del extremismo más sectario del neofranquismo.
En el debate sobre el derecho a una muerte digna, asistimos a otra orgía de la bajeza moral, del insulto a la inteligencia por parte de una derecha que nadie se merece.
La eutanasia debe ser considerada un derecho inalienable garantizado por ley. Como diría el converso Escohotado, a propósito de las libertades civiles y políticas, se debe respetar la soberanía de la piel, sobre la que uno mismo debe ejercer su propio gobierno. Todo lo demás es tiranía.
