¿Skype, os conectáis?. Esta es la pregunta diaria que los miembros de muchas familias se hacen por WhatsApp para mantenerse unidos, después de que el coronavirus se haya convertido en el telón de acero que les mantiene aislados y confinados en diferentes ciudades y países, como es el caso de una familia española separada entre Roma, Madrid y Sevilla.
"Gracias a estas videoreuniones la preocupación es más llevadera", dice Mercedes, la madre de esa familia, que vive en Roma, y que señala que la posibilidad de ver a sus hijos y a su marido aunque sea a través del plasma le permite comprobar "como están, si están enfermos, tienen mala cara, comen bien, están más delgados, depresivos, ríen...".
Es el termómetro de cómo va la familia, precisa.
EL COMEDOR DE LA FAMILIA
La tableta, el ordenador o la televisión se han convertido, así, en el comedor de la familia.
Son la mesa camilla alrededor de la que se sientan los padres e hijos todas las noches para hablar de como ha ido el día, si han aprovechado para estudiar, se sienten mal, han comido, cómo ha sido la jornada laboral de los progenitores o comentar cómo va evolucionando la pandemia en ambos países, los más afectados de Europa.
"Qué te pasa, estás mala?, pregunta el padre, Manuel, que trabaja en Sevilla, a la hija que está en Madrid nada más comenzar la vídeo, al no verle -según su baremo- la cara saludable que espera.
"Estoy cansada, harta de estudiar y de estar aquí encerrada", responde la hija, que tiene que escuchar cómo la madre desde Roma le hace la misma pregunta. Y además la ve más blanca. Los padres son así.
Después toca al otro hijo, varón, que está también en Roma. ¿Como estás?. ¿No saldrás a la calle, verdad?, le pregunta el padre. La madre garantiza: "No, está aquí encerrado, enjaulado, comiendo a todas horas, llevando todo para adelante y ya me tiene enloquecida. No le aguanto. No sé como llegaré al final de estos días".
La hija también habla sobre las clases que están impartiendo "on line" en la Universidad Complutense, donde estudia, y cuenta que los profesores no saben qué pasará con los exámenes y que cuando se lo preguntan les responden con un "ni pu.. idea".
Entre risas y bromas prosigue la charla familiar, en la que cualquier frase, recuerdo, cotilleo, "tontería"... es motivo para la carcajada y da pie a otro comentario.
SITUACIÓN DE LA PANDEMIA
La situación de la pandemia es otro de los ejes de la charla familiar. Y es que antes de verse las caras, de esa sobremesa telemática, ya se han intercambiado por el chat familiar el "parte de guerra diario" del coronavirus en ambos países.
Los que viven en Roma dan un parte que te deja helado por el aumento de casos y fallecidos y una vez más insisten en no salir a la calle, respetar todas las ordenanzas.
"En Italia ya hemos sufrido lo que estáis pasando ahora vosotros. Y seguimos sin ver la luz al final del túnel. No salgáis de casa", dice la madre, que "molto arrabbiata" (muy enfadada) señala que allí muchas personas siguen corriendo por los parques, ataviadas como para un desfile de ropa deportiva de alta gama, otros paseando juntos, como si no pasara nada.
"Tenemos más casos y muertes. Aquí tenemos imágenes muy duras, escalofriantes, de una tristeza sin límite, símbolo de esta pandemia, como la de las filas de camiones del ejército cargados de féretros de fallecidos por el COVID-19 trasladando desde Bergamo a otras ciudades del norte, ya que no tienen sitio para darles sepultura", señala con la voz entrecortada, desesperada.
De nuevo, en medio de la tragedia, la familia intenta desdramatizar y los romanos cuentan que las colas para el supermercado son enormes y que todos separados por dos metros de calle se miran con cierto recelo, como apestados, y que cuando entran todos van directos hacia la pasta. Y es que sin la pasta, los italianos no son nada.
"Igual sucede en España", cuenta la parte que el telón de acero del coronavirus ha dejado en suelo hispano, que narra las miradas que se lanzan en las tiendas los clientes y que algunos una vez dentro del supermercado se ponen a hablar por teléfono, sin prisas, como en los mejores tiempos.
La videoconferencia, asegura el matrimonio, sirve para relajarse, es la terapia familiar para superar estos duros días de confinamiento.
¿Hasta cuando?. Ese es otro cantar. "¿Chi lo sa?", quien lo sabe. Pero mientras dure este telón de acero, mientras los aviones no vuelvan a volar sólo les queda Skype.