Construir con dedicación, conocimiento, perseverancia y pasión, ofrece resultados cuyos visos de éxito impregnan de excelencia lo que todos y cada uno de estos términos ocupan en extensión.
Entender como Excelencia la ´superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio y estimación algo´, hace necesario un medio calificador que propicie título al sujeto, dotándolo de visibilidad en su naturaleza.
Tal reconocimiento, aunque objetivo en sí mismo, a veces es disimulado por la miopía del ´medio´ para con el propio actor/a en su callada tarea que, contra viento y marea, hace su trabajo de forma silenciosa, porque su idiosincrasia y profesionalidad llama a no hacerlo de otra manera.
Trabajar con personas y procurar, en el desarrollo de la materia didáctica, inducirlas al conocimiento de sí mismas, su libre expresión, emancipación lingüística, externalización de sus sentimientos, evolución emotiva y otras ´virtudes´ que ciertas áreas de las artes conllevan, no le es dado a cualquiera.
Si además estas personas se insertan en tipologías humanas con síndromes específicos de dificultad, ya sea motora, psicológica, emocional, afectiva, cognitiva o similares, la estimulación, vitalización y ordenamiento de sus facultades hacia la inserción en la actividad de forma que les repercuta de manera expresa en la naturalización de la convivencia, afirmación de su autoestima e inclusión social, es, cuando menos, digno de atención, mención y honorabilidad.
En ello hace falta aplicar capacidad y entrega, gran dosis de psicología interrelacional e individual y una madurez y conocimientos que normalmente se encuentran por encima de los escasos medios con que se cuenta en nuestro entorno.
El teatro como materia técnica y su puesta en escena, goza intrínsecamente de la excelencia de su condición. Su estudio y desarrollo reconocido y aplicado en diferentes esferas y profesiones para el aprendizaje de la modulación, ritmo, discurso, acentuación, movimiento, actitud, pose, contextualización, solvencia corporal…etc., deviene definitivamente en fuente de crecimiento personal además de constituir un gran medio de comunicación individual, social y artístico.
El teatro es una de las artes cuya historia y evolución desde de sus orígenes ha venido reivindicando a través de sus más contemporáneas expresiones el fundamento de nuestra sociedad: la libre expresión.
Es ésta intrínseca excelencia y no otra, la que acompaña irremisiblemente la evolución y socialización sana en la vida moderna. Más que oropeles, el teatro persigue una afirmación que por extensión y contenido, hace de la inmediatez una de las mejores ´armas´ contra la incultura y discriminación, fomentando la diversificación del factor humano.
Sin embargo la trivialidad en los análisis a los que en cierta manera la vida moderna nos invita, convierte la virtud en ´pan´ desnaturalizado y estadístico, cuando en realidad debería ser materia obligada en las normativas oficiales de la educación. Eso sí, de mano de quienes por capacidad, honestidad y pasión vital, han decidido apostar su vida a la carta de una de las disciplinas artísticas y profesionales más bellas y más delicadas que existen. Entre otras razones por no estar catalogada precisamente como un bien cultural y educativo de primer orden.
Eso no quita importancia, presencia ni eficiencia a un Arte, una ´asignatura´ que sigue estando pendiente en el conjunto de la sociedad para los estamentos oficiales, cuya reconducción, análisis y puesta al día, sería motivo y termómetro de que el nivel cultural de un pueblo camina en la dirección apropiada.
El reconocimiento de una labor educadora difícilmente se obtiene cuando lo que se cuestiona es lo cuantitativo. Es más lo cualitativo, su análisis, atención y discernimiento lo que puede ayudar a entrever lo que se cuece. Y para eso hay que detenerse a observar lo que está pasando entre aquellos que se benefician de la enseñanza.
Esto conlleva necesariamente un estudio analítico del comportamiento personal y social de aquellos individuos que entran en relación con la actividad misma. Un cotejo de datos, cuya intimidad por tal, no es fácil de detectar sino por las personas más próximas en el entorno.
Sin embardo se da. Se está produciendo. Se observa y se coteja por quien, fiel a quienes depositan su confianza, interés y continuidad, se mantiene alerta de lo que sucede día a día, digno muchas veces del mejor escenario por irrepetible, genial en su improvisación y testigo de la creación como acto colectivo en suma de voluntades y expansión de la personalidad individual.
Ésta, podría ser la línea de flotación de un arte ancestral, cuyo objeto y sujeto no siempre nadan en corrientes revitalizantes y cuya elegancia no pasa por ego de escena, sino por la línea simple y sintética de su esencia.
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"El reconocimiento de una labor educadora difícilmente se obtiene cuando lo que se cuestiona es lo cuantitativo"
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