Palestina en el corazón

Publicado: 23/12/2023
Autor

Rafael Lara

Rafael Lara está en la Asociación Pro Derechos Humanos, antes por las libertades... o donde fuere por los derechos de las personas

Artículo Primero

Modestas reflexiones con aquel articulo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

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La matanza de Israel, el desprecio de las normas humanitarias mínimas, el exterminio llevado a cabo con el apoyo de occidente tiene consecuencias obvias
“Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”. Es el Considerando Tercero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo 75 aniversario hemos celebrado hace dos semanas.

75 años que son los mismos que el pueblo palestino lleva soportando la ocupación, el apartheid, la tiranía y la opresión por parte del estado sionista de Israel. Parece pues comprensible la lucha palestina contra esa opresión pues se ven compelidos a ello al no dejarles el tirano ocupante ningún otro resquicio.

En ese contexto hay que entender los ataques de Hamas del pasado 7 de octubre. En palabras de Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, “Es importante reconocer también que los ataques de Hamás no ocurrieron de la nada. El pueblo palestino ha sido sometido a 56 años de ocupación asfixiante: han visto sus tierras constantemente devoradas por los asentamientos y plagadas de violencia. Su economía fue asfixiada. Su gente fue desplazada y sus hogares demolidos. Sus esperanzas de una solución política a su difícil situación se han ido desvaneciendo”.

Entender o contextualizar no significa aprobar, porque “los agravios del pueblo palestino no pueden justificar los horribles ataques de Hamas. Nada puede justificar matar, herir y secuestrar deliberadamente a civiles…” Fueron ataques que hay que condenar con toda claridad, no caben medias tintas.

Es cierto, Israel tiene no sólo el derecho sino la obligación de proteger a su población de ataques terroristas. Y para ello Israel dispone de medios judiciales y policiales suficientes para perseguir el terrible crimen cometido por Hamás.

Lo que no tiene es el derecho a la “legítima defensa” que establece el art. 51 de la Carta de las Naciones Unidas, que se refiere a un ataque armado de un estado contra otro, como dictaminó la Corte Internacional de Justicia. Pero Hamás no es el ejército de un Estado y la Franja de Gaza es un territorio ocupado.

Menos aún tiene el derecho a poner en marcha una matanza indiscriminada de civiles (aproximadamente 20.000 van en estos dos meses largos de desolación, de los cuales 9.000 son niños y niñas), ni a destruir infraestructuras y residencias de la población civil, ni cercar a los gazatíes sin combustible, electricidad, alimentos o agua, condenándolos al hambre y la desesperación, ni a impedir la llegada de ayuda humanitaria, ni a atacar escuelas y hospitales, ni a obligar a centenares de miles de personas a desplazarse… Toda la legislación internacional, incluido el Convenio de Ginebra de 1951 y la Convención sobre los Derechos del niño y la niña, está siendo pisoteada por el gobierno ultraderechista de Netanyahu.

El grado de destrucción y de muerte desatado por el gobierno de Israel, como si de un demonio bíblico cruel e insaciable se tratara, nos causa horror y un inmenso dolor. Y también una gran indignación, rabia e impotencia ante el apoyo de muchos países occidentales a esta matanza, principalmente EE.UU., pero también muchos europeos.

La matanza de Israel, el desprecio de las normas humanitarias mínimas, el exterminio llevado a cabo con el apoyo de occidente tiene consecuencias obvias.

Por un lado, se está procediendo a un desmantelamiento de la arquitectura de protección internacional de los derechos humanos. La legislación internacional de derecho humanitario está en peligro.

Por otro, se abre una creciente fractura con el Sur Global, que recuerda cada vez más su pasado colonial y ve con horror la hipocresía y el doble rasero de occidente.

Pero más allá de ello, Israel, estado invasor y colonialista, está exterminando al pueblo palestino, colonizado y ocupado, despojado, desterrado, sometido al hambre y a la sed, en situación crítica de salud y sujeto a castigo colectivo.Netanyahu y sus cómplices occidentales han abierto las puertas a la deshumanización más absoluta que veremos hasta donde se extiende por el mundo.

Ni podemos permanecer indiferentes ni podemos conformarnos. Los movimientos sociales, la ciudadanía global, tendremos que redoblar nuestra solidaridad con el sufriente pueblo palestino.

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