La mar embravecida. Oleaje desbocado y encolerizado. Océano desgarrado por vientos que superaban los 90 kilómetros por hora y ocultándose en una noche doblemente oscura en espera de una invisible luna nueva incapaz de ofrecer un simple reflejo argenta que rielase sobre su superficie.
Viernes, 9 de febrero. En tierra, la vida cotidiana de un pueblo estaba a punto también de quebrarse.
Algo ha pasado… ¿dónde?, en el puerto… ¿una patera?... raro, el temporal es demasiado criminal incluso para los criminales que se dedican al tráfico de seres humanos… pero la miseria es dura… y hace años que no pongo en duda los límites de la maldad. Me desplazo en coche… una jauría de chavales se comportan como hormigas a las que se les ha agitado el hormiguero. Coches, patinetes eléctricos, sudaderas con capucha en algunos casos, vestimenta de viernes noche en otros, pero en todos ellos un móvil luce en sus manos.
Me bajo mientras que la compañera busca aparcamiento… en el trayecto ya nos habían avisado de que no era una patera pero que algo muy grave había sucedido. Me cuelo entre la multitud y dos muchachas, que rondarían los quince años, miran el móvil, se ríen y dicen en voz alta: “Quilla, se han cargado un guardia”… Se me corta el cuerpo y mi rostro se torna blanco en contraste con una de las noches más oscuras que he vivido en mi pueblo. Noche de luto eterno, noche de duelo perpetuo…
Grabo el paso de una ambulancia, sirena encendida y luces azules que se difuminan entre la llovizna y la humedad convertida en niebla que se alzaba desde el asfalto hasta la negrura del firmamento. Tras ellas, llegan varios patrulleros de la Guardia Civil… mi teléfono no deja de sonar. Un mensaje, son dos agentes los que han fallecidos tras ser arrollados por una narcolancha… En mi mente las piezas con las que se construye el puzle de cualquier tragedia comienzan a encajar… son las narcolanchas que llevaban ocultas a plena vista en el puerto desde al menos el jueves. Eran seis y flotaban como nenúfares en un estanque… Eran seis y decidieron esperar a que amainase el temporal en esas instalaciones portuarias en las que la seguridad lleva años brillando por su ausencia. Negras, estilizadas, diseñadas para ‘volar’ sobre el agua, provistas de unos enormes motores de tropecientos caballos de potencia y con antenas para poder comunicarse entre ellas y con las dos orillas que separa el Estrecho de Gibraltar.
Más mensajes… entre ellos varios vídeos que se estaban compartiendo en el pueblo a la velocidad que nos permiten los satélites e internet… picho uno… y siento como si unas tenazas me retorcieran las entrañas. Pincho otro y digo en alto: ¡Qué asco, que puta vergüenza, que barbaridad más bárbara y descarnada!
Aparece mi compañera… me ve y me pregunta qué me pasa… Siento vergüenza, no me creo lo que he visto… Volvemos al coche y de ahí a un ordenador. Comienzo a escribir la crónica negra en la que noche oscura en la que dos agentes fueron asesinados en el pueblo en el que vivo, al que amo y en el que crecen mis dos hijos. Os podéis imaginar, había dolor, indignación, rabia y vergüenza en cada palabra que tecleada, en cada palabra que aún tecleo.
La del viernes fue una crónica en caliente, alejada de la imparcialidad y la objetividad que a veces se nos requiere a los periodistas. Hoy en frío, mantengo gran parte de lo dicho. Este texto es una crónica subjetiva y parcial, es una crónica de lo que yo he vivido en estos días. Los detalles, las notas de prensa, las reacciones... ya estamos hartos de leerlas.
SÁBADO, 10 DE MARZO
Tras una noche en la que como a muchos vecinos y vecinas, me costó coger el sueño, amanece en Barbate con un cielo arropado por un enorme arco iris, como si de un improvisado homenaje hacia las dos víctimas se tratase. En las calles, en las mesas donde se sirven desayunos, en el Mercado de Abasto, en las casas, en las colas de las churrerías, en los supermercados, en los quioscos que venden pan precocinado, solo se habla del trágico suceso que empañó la noche que se desvaneció con los primeros rayos de sol. Es el primer día de luto de los tres decretados. En la agenda, era un sábado de Carnaval pero lo cierto es que no estaban los ánimos ni para cantar, ni para escuchar… Al pueblo se le había borrado la sonrisa.
Un escalofrío recorre mi cuerpo. Aún están tratando con ética la información, pero luego irán a por las sobras. Sé cómo funcionan los medios. De hecho, la madrugada del sábado algunos se dedicaron a dar por muerto a uno de los agentes herido de gravedad sin corroborar la noticia, sin pensar en el daño que produjeron a sus familiares y seres queridos… solo querían adelantarse y buscar ‘visitas’.
En el Ayuntamiento banderas a media asta en espera de la acoger a sus puertas una concentración de repulsa por lo sucedido y en homenaje a los agentes asesinados cerca de la bocana del puerto. La Guardia Civil anuncia que ya se han producido detenciones… en concreto ocho, seis supuestos tripulantes de la narcolancha y dos cómplices que fueron a recogerlos a tierra cerca de Sotogrande. “Son de la Línea…”, se comienza decir… pienso, qué más dará de dónde sean los miserables… estaban aquí, en nuestro puerto y eran jaleados por unos cuantos jóvenes que sí eran de aquí. Sus vítores, sus gritos para animar a los narcotraficantes, aún me hielan la sangre… Pienso, tenemos un problema… grande, pequeño, mediano… pero tenemos un problema, que no es nuevo, y negarlo no nos ayudará a solucionarlo.
Tras dar un paseo por el pueblo con el objetivo de despejar un poco mi mente, me llama poderosamente la atención el silencio. Es un silencio mudo, compungido, un silencio posterior al llanto y previo al grito. En esa atmósfera reflexiono… siento rabia, sí… impotencia, también… pero me embarga un sentimiento de vergüenza que trato de ubicar en mi alma… Es la misma vergüenza, multiplicada por diez en este caso (por la gravedad del mismo), que me produce cuando alguien me dice que un hijo mío ha hecho algo mal. Lo pillaron copiando, joder, sí es culpa de él, pero no puedo evitar pensar que algo mal tuve que hacer para que eso ocurra. Algo mal hemos hecho para que un puñado de jóvenes crean que jalear a unos desgraciados era lo que tenía que salir de sus gargantas en esos momentos… y encima grabarse, como si detrás de la acción hubiese algún de mérito para hacerlo visible en las puñeteras redes sociales, como si encima crean que merecía ser compartido.
Vuelvo a sentarme delante del ordenador… los teletipos proliferan… hablan de los detenidos, que si el cabra se apodaba uno de ellos. Ponen nombres a los dos agentes fallecidos… tres hijos han perdido a sus padres… y entre la información pura y dura comienza a llegar el hedor de la política. Y es que los grandes partidos no dejan pasar una si ven la posibilidad de obtener unos votos. Al final, Marlaska no vendría a la concentración… un ministro al que las asociaciones y sindicatos policiales han solicitado, no es la primera vez, que dimita o sea cesado. PP se suma, lo mismo que hubiese hecho el PSOE al contrario (es lo que pienso), Vox como siempre eleva el tono y habla de ‘plomo’ contra los narcotraficantes. Política en medio del dolor…
A las doce acudo al Ayuntamiento. Vitamina para el desánimo que padezco. Dejando a un lado la comitiva de políticos y medios, me quedo con los miles de barbateños y barbateñas que se acercaron para dejar claro que el pueblo es mucho, muchísimo más que cuatro desalmados, que el pueblo está del lado bueno de la historia, aunque a veces unas maltrechas pinceladas traten de arruinar el bello cuadro que se dibuja bajo el verdor de la Breña. Os juro, se me saltaron las lágrimas. El alcalde, Miguel Molina, y su concejal de Seguridad Ciudadana, Paco Ponce, con el cansancio grabado en sus rostros, leyeron sus discursos, ambos aplaudidos por la multitud deseosa de no sentirse sola, deseosa de compartir su indignación, su dolor y ese sentimiento de vergüenza que muchos sentimos. “Somos más y somos mejores”… Ahí sí estaba el pueblo, el verdadero pueblo… aún así, mi temor sigue siendo que neguemos que hay una realidad, pequeña, mediana, grande, que debemos atajar. Aún así, mi temor es que esa unión vivida en la Plaza de la Inmaculada sea mañana un espejismo. Aún así, me quedo con mi pueblo, con esa imagen.
Con la imagen de cientos y cientos de vecinos y vecinas recorriendo las dos avenidas que separan la citada Plaza de la Inmaculada para apostarse, para concentrarse frente a la Casa Cuartel de la Guardia Civil. Para aplaudirles, para gritarles que están con ellos, con ellas, con los agentes. Para compartir su dolor, para apoyarles, para darles cariño. Con esa imagen de los agentes rotos por dentro pero tratando de mantener la compostura, firmes pero compungidos en la puerta del Cuartel. Me quedo con esa imagen. sin lugar a dudas, me quedo con esas imágenes de unas improvisadas muestras de respeto y condolencias.
DOMINGO, 11 DE MARZO
Durante el domingo, segundo día de luto, se suceden las informaciones y se dan más detalles de los detenidos. Pero lo importante es que los familiares, compañeros y autoridades despedían en Cádiz y Pamplona a Miguel Ángel González y David Pérez, los agentes asesinados el viernes en la bocana de nuestro puerto.
David Pérez Carracedo, de 43 años y padre de dos hijos, estaba destinado dentro del Grupo de Acción Rápida aunque desde hace un par de semanas prestaba servicio en el operativo de control de narcolanchas desplegado por el Instituto Armado en la provincia Cádiz. Uno de los momentos más tensos se vivió antes del funeral cuando su viuda rechazó, visiblemente emocionada, la medalla que le iba a imponer el ministro del interior, Fernando Grande-Marlaska, en la capilla ardiente instalada en la comandancia de Pamplona.
Escenas parecidas se vivieron en la catedral de Cádiz, que acogió la misa funeral por Miguel Ángel González, de 39 años, miembro el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS), natural de San Fernando y padre de una niña. Tras la misa, el féretro ha sido sacado a hombros entre lágrimas por sus compañeros, a los que seguían familiares, alguno de los cuales portaba un retrato del agente fallecido y una flor.
Un domingo en el que se supo que los otros dos guardias que resultaron heridos en el mismo suceso, uno de ellos de gravedad y que pasó la noche del viernes en coma, se recuperaban favorablemente.
Mientras eso sucedía, la indignación crecía entre las asociaciones y sindicatos policiales, especialmente entre los representantes de los agentes de la Guardia Civil. Y es que, a medida que se conocían más detalles de los hechos, quedaba más claro que algo falló en el dispositivo, alguien dio una orden que jamás se debería haber dado y lo más importante, quedó en evidencia nuevamente que los agentes trabajan en inferioridad de condiciones a la hora de luchar contra el narcotráfico en la provincia gaditana. La imagen de la pequeña embarcación en la que iban a bordo seis guardias civiles, enfrentándose a dos enormes y potentes lanchas no deja lugar a dudas. Dos narcolanchas de las seis que se habían refugiado del temporal en el puerto. Dos narcolanchas que en lugar de huir, envalentonadas por la impunidad reinante en la costa y la pérdida más que visible del principio de autoridad, decidieron ‘jugar’ con los agentes para luego asesinarlos con una vileza y una crueldad que permanecerá grababa en las entrañas de que quienes visualizamos lo ocurrido.
Es domingo, sí, pero aún me torturan unos gritos, unas risas: “Dale otra vez”, “Métele, métele”, “embístele”, las frases que proliferaron varios jóvenes, alrededor de quince, mientras grababan con sus móviles la escena de acoso a la embarcación de la Guardia Civil a manos de las lanchas con los narcotraficantes que acabaron con la vida de dos agentes e hirieron de gravedad a otros dos.
“Eran de la Línea”, los narcos. Algunos vecinos y vecinas insisten en remarcar esa información. Algo que me chirría… no me gusta. Ocurrió aquí, en el puerto que nos alimenta, no muy lejos de los colegios e institutos a los que llevamos a nuestros hijos. Ocurrió aquí, a escasos metros de un centro de salud en el que no podemos sacarnos una radiografía. Ocurrió aquí, frente a un solar en el que ya debería haberse erigido un hotel o dos o tres. Ocurrió aquí, junto a la playa del Carmen en las que nos bañamos y que no logra tener una bandera azul porque al Este lleva años vertiendo mierda una depuradora que no funciona. Ocurrió aquí, frente a esas hermosas manos agrietadas por la sal y el esfuerzo que remiendan las redes de nuestros barcos. Ocurrió aquí… en esas aguas que bañan el Retín y en las que se dedican a jugar a la guerra sin que el Estado, a pesar de saber en qué situación se encuentra el pueblo desde hace décadas, y aunque sea por justicia, por ética o por puñetera misericordia, ofrezca una compensación por dejarnos sobrevolar por aviones de combate, por dejarnos que nos incendien la sierra a base de fuego de morteros. Ocurrió aquí… Sí, los detenidos eran de la Línea, y yo soy de Tánger y estoy aquí y me inquieta que en esa nuestra bocana del puerto se asesinara de forma tan cruel a dos guardias civiles. Me inquieta y mucho que los asesinos fueran jaleados desde tierra… Me da igual que entre esos jóvenes uno sea chino porque, nos guste o no, queramos asumirlo o no, ocurrió aquí.
LUNES, 2 DE MARZO
Barbate sigue conmocionado. La sensación de tristeza se desdobla en cada charco y en cada esquina conviven la rabia y la indignación. La semana que se avecina será dura, muy dura… Algo que confirmo al ver la gran cantidad de medios que se agolpan a las puertas del juzgado para ver el desfile de los detenidos por, siempre presuntamente, asesinar a los dos agentes. Quizás sean ellos, quizás no… Quizás sean otros. Que la justicia así lo dictamine. Pero a la mayoría de los que ahí nos aposentamos lo único que nos interesa es captar sus rostros, llenar minutos de televisión y radio, y páginas de periódicos y páginas web. Algunos son periodistas serios, otros, desgraciadamente, son marionetas mal pagadas que trabajan para productoras que a su vez trabajan para programas de máxima audiencia de la mañana y de la tarde en las grandes cadenas (privadas). Programas con tertulianos que saben del sector agrícola, que saben del beso de Rubiales, que saben de temporales, que saben ahora del narcotráfico y de cómo es la sociedad barbateña… es decir, que no saben de nada. Dos de los ocho detenidos salen en libertad con cargos… “No somos asesinos”… los otros seis, ya por la noche, son acusados de asesinado y son trasladados a Puerto II.
El otro foco es el minuto de silencio convocado en todos los ayuntamientos y al de Barbate asiste, entre otros muchos políticos, alcaldes de la provincia, altos cargos y vecinos y vecinas, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Sinceramente, no dice mucho… reprobación de Marlaska, petición de dimisión, culpar a Pedro Sánchez y que apoya la propuesta de que la zona, la costa gaditana, sea declarada de especial singularidad. Ok, todo correcto. Pero es política. Todas las siglas se solidarizan con las víctimas, alaban su labor y tienen palabras bonitas para con Barbate. En fin, nada nuevo en el horizonte… ninguna propuesta concreta. El PSOE hace lo suyo: defiende a Marlaska. Para ellos el mejor ministro de Interior, para el PP, el peor. Lo que está claro que son ya muchos ministros de Interior y poco o nada han hecho a excepción quizás (no lo tengo tan claro) de Jaime Mayor Oreja.
Ese día los sindicatos policiales insisten en pedir una investigación y en pedir responsabilidades… algo con lo que estoy totalmente de acuerdo. Más allá del color político, queremos saber qué pasó, por qué pasó y qué es lo que se va a hacer para que no vuelva a pasar.
El alcalde, Miguel Molina, atiende a infinidad de medios y defiende la honradez y a la buena gente de un pueblo maravilloso. Paco Ponce hace lo mismo. Todo correcto, quizás deberían haber insistido en aparcar la política aunque hicieron bien en pedir medios para la Guardia Civil y medidas socioeconómicas para la zona. El alcalde de la Línea, Juan Franco, también asistió al minuto de silencio y dejó claro que no era un problema de aquí, ni de allí… es un problema nacional. Franco también insistió en medidas socioeconómicas y en que quizás debería cambiarse el enfoque actual de la lucha contra el narcotráfico porque es evidente que no está dando ningún resultado. Quizás sea populista, pero me gustó su discurso… “lo mismo habría que plantearse la legalización”. Yo soy de los que no se llevan las manos a la cabeza con esa frase.
Feijóo se reúne con los alcaldes, con los sindicatos, culpa a Marlaska con la misma intensidad con la que el ministro se lava las manos cual Pilatos de turno. Ojalá fuese tan sencillo como quitar y poner un ministro. Aún así, cada cual debe asumir su responsabilidad y hoy el ministro de Interior es él.
Política y más política. Y en la televisión, y en las redes, el morbo, el sensacionalismo, comienza a erigirse por encima del respeto por las víctimas y por el respeto a todo un pueblo. Habla cualquiera y cualquiera opina… Barbate comienza a indignarse con algunos comentarios, con algunas frases, con algunos titulares… Y es normal, escupen sobre su imagen y además de forma injusta e intolerable. La generalización es una conducta extendida y de la que no se iba a librar Barbate… Solo espero que aquellos que nos indignamos cuando nos acusan de ser todos unos narcotraficantes, también hagan lo propio cuando se acusan a otros pueblos, a otras comunidades autónomas o a otras razas. Ni aquí somos narcotraficantes, ni aquí tiramos piedras, pero ni todos los vascos son etarras, ni todos los catalanes son unos capullos, ni todos los marroquíes unos violadores y ladrones, ni todo los latinoamericanos pertenecen a una banda con machetes. Algo que esos programas venden cada día, a todas horas y que debería causarnos el mismo estupor como cuando esas generalizaciones recaen sobre nosotros.
La semana continúa, ya más centrada en el morbo, en la carroña… a cualquiera le ponen un micrófono en la boca, cualquiera opina… cualquiera puede decir barbaridades, pero creo que no debemos caer en esa trampa alimentando al monstruo del sensacionalista contestando a cada acusación falsa, disparata, bárbara, absurda y o necia. Eso solo logra retroalimentar a las redes y a los medios. Pensad que solo quieren atención, audiencia, visitas en sus redes… la indiferencia es el mejor arma… Sobra decir que no tiramos piedras… hay que decir, hay que gritar, hay que denunciar que lo cierto es que el cien por cien de los barbateños y barbateñas seguimos sin poder sacarnos una puñetera radiografía en nuestro centro de salud. Ese es el porcentaje que debe dolernos muy por encima de las acusaciones falsas y descerebradas. Lo que debe dolernos es saber que hay jóvenes que vitorean a narcos. Debe dolernos lo que cuesta sacar adelante cualquier mierda de proyecto, desde un hotel a un cine. Debe dolernos el óxido del centro de interpretación de la almadraba que se evaporó en nuestro puerto. Debería dolernos la alta tasa de paro y de fracaso escolar. Debería dolernos que llueva y algunos centros educativos tengan goteras. Debería dolernos la falta de unión que muchas veces demostramos y de la que adolecemos. Que digan, por el dolor o por la ignorancia, que tiramos piedras nos debe molestar, pero no debería servirnos de excusa para caer en un extraño chovinismo que no nos ayuda a salir adelante. Me da igual si alguien cree que tiro piedra o que trafico con drogas… lo que me preocupa son las zancadillas que nos ponemos entre los propios vecinos. Me preocupa la cultura, la educación, el empleo, la sanidad… claro que sí, mucho más, pero es que incluso me preocupa más que esas acusaciones sinsentido el hecho de que aún haya muchos vecinos, que no tiran piedras, vale, pero que son incapaces de recoger la mierda de sus propios perros. Y sí, querido lector, querida lectora, querido vecino, querida vecina, tómenselo al pie de la letra, o tómenselo como una metáfora... en ambos casos la idea que trato de transmitir es la misma... en ambos casos el mensaje es el mismo.
La semana sigue. Poco a poco Barbate dejará de ser un foco informativo y político. Pero mucho me temo que nuestras abuelas seguirán tratando de esquivar la mierda sobre las aceras que nosotros, y no los de La Línea, seguiremos dejando sin recoger. Mucho me temo que las administraciones volverán a mirar hacia otro lado, al menos hasta las elecciones, cuando Pedro Sánchez quiera nuestro voto, cuando Juanma Moreno, también lo desee… Y ni Pedro Sánchez, ni Juanma Moreno son de La Línea. Ojalá sirva lo sucedido como punto de inflexión y nos unamos como pueblo para reclamar, junto nuestro gobierno local y junto a los que ejercen de oposición, lo que es justo, lo que es necesario y que llevan años negándonos, desde dentro y desde fuera.
La semana sigue y mi pasión por este pueblo se mantiene intacta. Eso sí, no es una pasión ciega que no me impide ver que tenemos muchos problemas aún por solucionar. Y lo que digan los demás, pues qué queréis que os diga, pues que me da igual… solo me importa este pueblo al que amo y en el que crecen mis dos hijos.
La mar embravecida. Oleaje desbocado y encolerizado. Océano desgarrado por vientos que superaban los 90 kilómetros por hora y ocultándose en una noche doblemente oscura en espera de una invisible luna nueva incapaz de ofrecer un simple reflejo argenta que riele sobre su superficie… La cotidianidad regresa lentamente a la vida de un pueblo perfumado de historia marinera y de brisa piñonera.