Andrés Herrera, conocido como ‘Pájaro’, unió su vida a la de Silvio Fernández Melgarejo en 1988, y desde ahí estuvo siempre a su lado, aunque su currículum abarca haber tocado con y para Kiko Veneno, Raimundo Amador, Pata Negra, No me Pises que Llevo Chanclas, Brigada Ligera y otras bandas representativas del llamado Rock Sevillano.
Con Silvio, formando parte integral de Sacramento, unió de forma única, como solo puede darse en este rincón del planeta, la canción italiana de Adriano Celentano, con los acordes blues de su fina guitarra, el swing, el espagueti western y la Semana Santa.
Un cóctel que nos traslada directamente a la Alameda de Hércules sevillana, antes de estar asfaltada, cuando sus calles hablaban al llegar la madrugada y se poblaba de ciertos seres, nos lleva a la arena y el olor a madera impregnada en vino de una tasca en Santa Cruz o Triana, nos lleva a una época y a un lugar concretos del que es muy difícil salir.
En ese microcosmos particular de sevillanía y rock, Pájaro se desenvuelve a la perfección, y eran los ingredientes más que necesarios que necesitábamos para acercarnos con inusitada devoción a la querida Guarida del Ángel, últimamente nuestro fiel reducto de resistencia rockera, para huir del frenesí motero del fin de semana. Por desgracia, el público no lo entendió así y la otras veces ambientada sala mostró un aspecto algo desangelado, y más si tenemos en cuenta la envergadura del artista que nos visitaba.
Pasadas las 23:15 horas subía al escenario una banda que completan el guitarrista y productor Paco Lamato, el bajista Ricky Candela, Antonio Lomas a la batería, Rafael de Utrera a la trompeta y el inseparable escudero de Pájaro desde hace más de 25 años, Raúl Fernández también a las seis cuerdas.
Atacaron con un pasaje instrumental marca de la casa, una mezcla de ritmos fronterizos, mariachi y surf, y con Raúl y Andrés dejando muestra de una maestría asombrosa. Desde el primer acorde queda claro la clase arrolladora que atesora una banda que suena deliciosamente.
Pájaro va dejando notas de su ironía canalla entre canción y canción, forjada a golpe de barra de bar, demostrando una complicidad brutal con el público, que en las distancias cortas es imbatible.
La banda hace repaso a su discografía desde aquel Santa Leone, del que se cumplen 10 años, hasta su última referencia, Gran Poder, y se van sucediendo temas como Lágrimas de Plata, Los Callados, Perchè, El Pudridero o Viene con Mei.
No falta la maravillosa Rezaré, versión del clásico Stand By Me, que Silvio nos dejara y en el que va nombrando todas y cada una de las imágenes marianas de la Semana Santa sevillana, y que hace que el concierto alcance su cénit.
Para la traca final y a ritmo de la marcha Saeta, se introduce una guerrera versión musicada del poema de Rafael Alberti, A Galopar, que nos deja con una sonrisa en la cara difícil de borrar.
Grandísima velada en la que los que nos acercamos hasta La Guarida pudimos presenciar a uno de esos artistas que dejan huella, un personaje esencial en la historia de la música andaluza y sin duda, alguien que personifica, dignifica y ama el rock como estilo de vivir y sentir.
Silvio sonreiría orgulloso.
¡¡¡¡AVANTI CON LA GUARACHA!!!!
Marcos Sánchez.