Felipe Mozo ha visto cómo clientes habituales de su botica en la calle San Francisco han ganado peso y han perdido salud durante la pandemia. El confinamiento ha tenido las mismas consecuencias que un ingreso hospitalario para los ancianos que han permanecido en sus casas por la pérdida de masa muscular y que ahora presentan obesidad sarcopénica. Ahora muchos de ellos, con exceso de grasa, necesitan servirse de un bastón o de un andador para caminar.
El estudio que ha liderado Mozo, vocal de Alimentación el Colegio de Farmacéuticos de Cádiz, publicado en la prestigiosa revista científica Nutrients, concluye que, efectivamente, ocho de cada diez personas mayores presenta problemas de sobrepeso. Y una nueva investigación, previsto a nivel andaluz, valorará el impacto en concreto de la mentada obesidad sarcopénica en las personas mayores de 65 años.
El fenómeno, no obstante, era previo a la crisis sanitaria, advierte. En primer lugar, está vinculado a la falta de actividad física; no en vano, solo 20% de los encuestados hace ejercicio moderado y apenas un 5%, intenso.
También influyen los hábitos alimentarios. “Está comprobado que no desayunar engorda”, remarca. Pero además los investigadores detectaron como práctica habitual carencias en la cena. “Si lo adecuado una ingesta protéica (clave para evitar la pérdida de masa muscular), una verdura y un lácteo o una fruta y solo tomas uno, también engordas”, añade.
La explicación es sencilla: “Cenas solo un yogur pero comes antes y después”. La encuesta concluye, en este sentido, que el 90% y el 50% de los ancianos gaditanos no cumplían con las recomendaciones en las primeras y últimas comidas del día, respectivamente.
Por otra parte, la polimedicación también condiciona. El la franja de 65 a 69 años, el porcentaje de pacientes que toma más de cinco fármacos al día es del 43%; en el caso de los mayores de entre 80 y 84 años, el porcentaje se eleva hasta el 67%. En la muestra destaca igualmente la frecuencia de uso de ansiolíticos, en un tercio de los encuestados, y antidepresivos, en un 18%.
La tensión y la ansiedad que provocan las enfermedades que afectan a la calidad del sueño y los efectos secundarios de la medicación retrasan el metabolismo y aumentan el apetito, de manera que estas personas se ven atrapadas en un círculo vicioso.
Atendiendo a todos estos factores, Mozo es partidario de mantener una adecuada actividad física y valorar la calidad de las comidas principales en los mayores, así como reducir en la medida de lo posible el consumo de los psicofármacos, especialmente los ansiolíticos y lo antidepresivos. Y, en cualquier caso, propone un seguimiento farmacoterapéutico para adaptar las rutinas y la medicación.
Este servicio, apunta, pueden prestarlos las farmacias. “Somos los profesionales sanitarios más cercanos a los usuarios, los conocemos perfectamente y hemos visto cómo el peso y la enfermedades asociadas, como la diabetes o hipertensión se han descontrolado en estos meses”.