La Policía Local de Cádiz cuenta desde 2018 con el grupo VioGén con cuatro agentes de paisanos dedicados exclusivamente al seguimiento integral y protección de las víctimas de violencia de género registradas en el sistema que centraliza el Ministerio del Interior. En la actualidad,
los funcionarios de esta unidad trabajan con 70 casos activos (de riesgo no apreciado, medio y bajo), una cifra que, como explican a VIVA CÁDIZ, llega a duplicarse en el caso de la Policía Nacional de la capital, con diez agentes, que se encarga de los casos con una valoración de riesgo alto y extremo. Estaríamos hablando por tanto de
al menos 200 mujeres víctimas de la lacra machista en la capital activas en el sistema VioGén entre ambos cuerpos.
En el caso del grupo de la Policía Local, de los pocos cuerpos que trabaja además con una criminóloga municipal que está operativa las 24 horas del día y arropa a las víctimas antes de denunciar incluso, las cifras se mueven en la misma tónica que en los últimos años, inclusive la pandemia, en la que se superaron las 70 mujeres, si bien suelen trabajar siempre con ese margen, dado que es el Cuerpo de la Policía Nacional quien deriva los casos que recibe en la Oficina de Denuncias y el que se encarga de todo lo relativo a riesgo extremo, pulsera telemática y menores. Lo que sí han detectado los encargados de esta unidad es un aumento de los casos en los dos extremos en cuanto a la edad de las víctimas: personas muy jóvenes, entre ellos menores, a “muy mayores”, que superan los 70 años.
“Cada vez son más jóvenes. Nosotros tenemos desde los 20 años y también hay muchos menores”. No trabajan con estos últimos, pero les consta que “hay mucho control entre ellos”. En el caso de las mujeres víctimas de malos tratos de edad más avanzada, observan varias situaciones: aquellas agresiones que son consecuencia del agravamiento de una enfermedad mental del cónyuge, y las que se han dado toda la vida en el matrimonio o de manera tardía y son sus hijo/as los que “le abren los ojos” y le animan para que denuncien convenciéndoles de que “no es normal” lo que les está pasando. A su edad dar el paso tiene otras connotaciones por todo lo que viene detrás. “Les cuesta más. Tienen menos recursos, no tienen edad para trabajar y alquilar una casa”.
De la misma manera que con la edad, el perfil de las mujeres a las que hacen seguimiento y vigilancia sigue siendo “variopinto” y toca todos los estratos. No obstante, las víctimas que proceden de un estatus social más elevado, tienen un hándicap que les retrae a dar el paso. “Les cuesta más trabajo pedir ayuda por vergüenza, y porque ellas mismas se bloquean y se inculpan. Cuanto más fuerte la ves, más le cuesta reconocer lo que está viviendo”, detalla una de las compañeras del grupo VioGén.
“Hay que pedir ayuda”
¿Cómo trabajan en este grupo? Desde que los casos se activan en el sistema VioGén, una vez que la víctima denuncia y el juez decreta las primeras medidas cautelares, estos agentes se convierten en automáticamente en su sombra (de manera presencial puntualmente y las 24 horas al teléfono) hasta que “salen del sistema” y su vida “se normaliza”. Esto suele suceder, tal y como relatan, “cuando termina la orden de alejamiento” que el juez decretó en su día en los jugados contra el agresor, lo cual suele demorarse desde meses a años.
Hasta entonces, los policías las acompañan al juzgado, al colegio, al trabajo o a enclaves que ellas soliciten “según su grado de miedo” para que se sientan seguras, y están en contacto directo con un número de teléfono. A ello suman las vigilancias que realizan sin avisar y de forma aleatoria “para asegurar que la orden de protección se está cumpliendo”.
Por cuestiones logísticas es imposible que hagan rondas a diario, pero el teléfono, y en gran medida el WhatsApp, les garantiza en tiempo real que todo está controlado y les da más libertad a la víctima para comunicarse e incluso desahogarse a través de audios. “Es una herramienta que funciona muy bien y nos da información, a la vez que le evita hacer llamadas si no quiere que la oigan porque está en el trabajo o con gente delante. Solo con ver que nos ha leído, o que nos conteste con un sí o un no, o con el estado que suba en un momento sabemos cómo está”. A veces también esta aplicación sirve para poner en alerta a los agentes de que el agresor les está rondando si le envían fotografía de él por su entorno de casa o del trabajo, o incluso escuchar los audios o amenazas que les reenvían sus maltratadores. Lo tienen comprobado, no pueden bajar la guardia y por ello “no perdemos el contacto varios días seguidos”.
La empatía con las víctimas es una condición inexcusable para formar parte de este grupo, cuyos agentes –tres compañeros y una mujer- están de forma voluntaria. Por esta razón, trabajan permanentemente para mejorar el servicio desde el punto de vista de las usuarias, a las que no pierden de vista ni siquiera en sus vacaciones, remitiendo su caso a los grupos VioGén de las fuerzas de seguridad correspondientes, y en breve lanzarán una aplicación para de forma anónima valoren el grado de satisfacción del servicio para mejorarlo.
En cualquier caso, aunque todos los años por estas fechas a medida que se aproxima el 25-N Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres, se trabaja mucho en la sensibilización y la concienciación para que las víctimas denuncien, nunca es suficiente para insistir en que las mujeres den un paso al frente. “Lo primero que tienen que hacer es pedir ayuda; pueden acudir a centros de mujeres municipales y nacionales, asociaciones que se dedican a ayudar…y luego denunciar”. El siguiente paso es pedir ayuda psicológica, en lo cual hacen mucho hincapié desde el primer contacto con la víctima. “Siempre las remitimos a la psicóloga de la Fundación Municipal de la Mujer. Lo necesitan. La ayuda psicológica es el 80% del pilar de la mujer”.
Mientras tanto esta lacra no cesa. En la mañana de ayer la Policía Local realizaba otra detención de un individuo por violencia de género que acaba de salir de prisión e incumplió la orden de alejamiento, acudiendo al domicilio de su expareja, con la que tiene un hijo en común, y agrediéndola.