Pero yo, ya ven, me quedo. Con esta frase, de la comparsa Los Trotamúsicos, hago reflexión sobre el inexorable paso del tiempo y como nos desgasta y nos devora. En dos febreros se nos han ido Adela y Julio, pero es que poco antes se nos fueron, sin la edad que es ley de vida, Santander, Aragón y Rosado.
Otros autores, por suerte, los tenemos pero ya retirados. Y raro es el que supera competir con posibilidades de éxito durante varias décadas. Porque las ideas se acaban o el cansancio hace mella.
Suerte que vienen otros, recogen la antorcha, y esta llama nunca acaba. Si uno se pone a pensar quienes estábamos hace 30 años en la pomada, ve la diferencia. No te digo ya si nos planteamos quienes teníamos la suerte de pisar las finales de hace 40 años, cuando éramos unos pibes.
Ares y yo somos unos extraños supervivientes peleando cada cual en su modalidad en cinco décadas distintas siendo aún cincuentones de buen ver. Antes lo fue Antonio Martín, o Fletilla. Con 43 y 45 años entre su primera victoria y la última. O tenemos a Luis Ripoll, que aunque con menos fortuna se ha convertido en el decano del concurso, desde 1971.
Dice Vera Luque que algunos autores se han saltado una generación, ya que a nuestra edad ya deberíamos estar desplazados como hicimos nosotros con los anteriores cuando éramos muy jóvenes. Démosle gracias al dios momo por permitirnos seguir un poquito más, como cuando nuestras madres nos despertaban y le pedíamos cinco minutitos.