La compañía de un perro o un gato se ha demostrado útil para mejorar la moral de un enfermo o socializar a los internos en centros penitenciarios.
La compañía de un perro o un gato se ha demostrado útil para mejorar la moral de un enfermo o socializar a los internos en centros penitenciarios, por lo que la Fundación Affinity, entidad pionera en estas terapias, reclama cambios legales que faciliten la entrada de animales en hospitales y cárceles.
En países como EEUU, Holanda o Reino Unido es habitual encontrar animales de compañía en hospitales, en centros penitenciarios, o en residencias de acogida de menores problemáticos donde viven de forma permanente y ayudan a “normalizar” estos recintos.
“Un animal convierte un hospital o una residencia en espacios mucho más humanos”, ha explicado a Efe María Azkargorta, directora de Affinity, la fundación creada en 1987 que colabora con más de medio centenar de residencias geriátricas, centros de salud mental y discapacitados, y cárceles, a los que han donado más de un centenar de perros y algunos gatos para realizar estos programas.
En las residencias de mayores, se trabaja la psicomotricidad con la realización de tareas de cuidado del animal –paseo, cepillado, baño, higiene...– y además ayuda en el ámbito cognitivo, ya que el animal se convierte en una excusa para que los internos interactúen.
A los residentes en mejor estado físico se les otorga una tarea, como la alimentación, que el perro o el gato tengan siempre agua, una labor que conlleva una responsabilidad que al encargado le resulta gratificante, explica la técnica de la fundación Maribel Vila.
El terapeuta utiliza los animales en función de las necesidades, por ejemplo, para ejercitar movimientos. “No es lo mismo hacer el ejercicio de tirar una pelota y que no haya nadie, que un perro te la devuelva y puedas volver a tirarla”, ha señalado.
En EEUU hay perros que viven permanentemente en los hospitales, y que son llamados cuando un médico ve que un paciente está bajo de moral o requiere un tipo de rehabilitación y ve que no avanza.
Otra tarea como pasear al animal en la calle supone una actividad social extraordinaria, porque ir acompañado por un perro ayuda a crear lazos. “Personas que no hablarían con nadie o pasarían desapercibidas, de esta forma pueden tener sus conocidos, entablar conversaciones...”, señalan las responsables de la fundación.
En los centros de educación de acogida de menores se trabaja en la misma línea emocional, cognitiva y social.