Siempre se ha dicho que el perro es el mejor amigo del ser humano. Estos animales muestran una lealtad enorme hacia las personas y nos ayudan en nuestro día a día. Algunos ejemplos son los perros guías, ya que se convierten en una herramienta esencial para las personas ciegas. También son usados por la policía debido a su gran olfato para detectar explosivos y drogas, aunque también ayudan en las labores de rescate.
Sin embargo, en este reportaje hablaremos sobre los perros de Terapia Asistida. Perruneando en una entidad que trabaja las Intervenciones Asistidas con Perros (IAP) desde el año 2013.
Pero, ¿qué es una IAP? Perruneando lo define en su web como “aquellas intervenciones en los ámbitos de salud, educación y lo social, que incluyen la participación de animales, en este caso perros, especialmente seleccionados y entrenados para el propósito de contribuir a la mejora terapéutica, social y educativa de las personas”.
Lucia Becerra es la delegada provincial de Perruneando en Cádiz y nos habla sobre esta nueva práctica.
Esta joven gaditana es trabajadora social, cuenta con un Máster en Intervenciones Asistidas con Animales y con un Curso Técnico en Intervenciones Asistidas con Animales, y en concreto con perros, que “es lo que permite llevar al perro a las distintas sesiones”.
Estas terapias pueden hacerse en colegios con niños, en prisiones, centros para personas mayores, etc. en definitiva, destinado a todo tipo de personas.
Lucia trabaja con Ginny, su Golden Retriever, y mantienen un vínculo muy especial. “Desde pequeña he sabido que me quería dedicar a algo relacionado con los animales”.
Habla sobre cómo son las sesiones junto a su perra. “Nosotros establecemos unos objetivos con el psrofesional del centro y a raíz de ese objetivo se crean unas actividades”.
Deja una cosa clara. “La que trabaja soy yo, Ginny funciona como un elemento motivador. El perro lo que hace es motivar al usuario. Los perros no juzgan, al perro le da igual que tu sepas leer mejor que tu compañero, o que simplemente no sepas leer, porque él va se va a acercar a ti de todas formas, y te va a saludar y te va a hacer la misma fiesta que al resto. Al tocar al perro liberamos oxitocina que es la hormona de la felicidad”.
“Si yo llego a un colegio sin perro es una clase más, y para ellos no va ser diferente. Para ellos el perro es la novedad”, afirma Lucía, y añade que “también le enseñas al niño normas como que no puede abalanzarse sobre el perro”.
Esta experiencia en Cádiz no es la primera de Lucía y Ginny ya que ha estuvo tres meses trabajando en Canarias. “Allí hemos trabajado en una prisión con personas privadas de libertad, en concreto con hombres del bloque de salud mental” y para ellos “ver al perro era una auténtica fiesta”.
La importancia de la seguridad. “Ginny no pisa un centro sin un seguro de responsabilidad civil, que nunca ha pasado nada, pero es algo indispensable para ella y para mí. También hay un protocolo de zoonosis” que son las enfermedades que los animales transmiten a las personas, por lo que “lleva sus vacunas al día, tiene una cartilla que pone que está desparasitada, que le han hecho una analítica de sangre y que no ha dado positivo en ninguna enfermedad”.
Además, los perros que trabajan en Perruneando han pasado el Etothes. “se le pasan determinados test y se comprueba cómo se comporta con niños, con personas mayores” en definitiva, "se les pone a prueba en multitud de situaciones que podemos encontrarnos en una sesión".
“Yo siempre miro por el bienestar de la perra, yo no puedo trabajar con más ocho personas en una sesión, no puedo abarcar tanto, y si un día la perra está algo estresada y tengo que salirme con ella diez minutos lo voy a hacer, lo primero es que ella esté bien”.
Tiene a Ginny desde los dos meses y la ha ido educando con el método cognitivo emocional. “Yo a Ginny no le imparto ningún castigo físico si hace algo mal. Nunca le voy a poner un collar que de calambres o un collar de pinchos, eso para mí está descartado. Lo que hago es un refuerzo positivo. Si Ginny hace algo bien, yo le refuerzo ese comportamiento, si hace algo mal, le enseñó que no se hace”.
“Si nosotros llegamos a nuestra casa y el perro se ha orinado en el salón hace cuatro o cinco horas, y le digo: no, eso no se hace y le pongo malas caras y le doy con un periódico, eso no sirve para nada, ya que el perro no entiende que estoy haciendo”, comenta.
Cuenta su experiencia educando a Ginny. “Desde que era chica me la he llevado a todas las parte, y al principio la tenía siempre en mis brazos porque no podía ponerla en el suelo. Me la he llevado a la puerta de un colegio para que las madres y los niños la toquen y se acostumbre a ello. Si tiraban petardos en feria, me la llevaba al patio y jugaba con ella, para que relacione ese ruido con jugar. Si por ejemplo yo voy por la calle, tiran un petardo y le meto un tirón con la correa, el perro se asusta y asocia ese ruido al dolor”.
“Yo no quiero una perra que me pueda a hacer el pino puente, yo quiero que pueda hacer cosas básicas que me ayuden en las sesiones”.
Destaca la importancia también de los juegos olfato para educar a un perro. “Si por ejemplo durante una semana entera está lloviendo, pues le pongo trozos de salchichas escondidos por toda la casa para que los vaya buscando. El olfato para un perro es como una especie de Facebook, ya que si huelen el excremento de otro perro pueden saber que han comido y si están malitos”.
Los perros llevan acompañando al ser humano desde tiempos inmemoriales. Ayudan a todo tipo de colectivos, desde personas ciegas en su día a día, a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado en labores de detección de drogas o algún tipo de explosivo.
Ahora han llegado a Cádiz, las Intervenciones Asistidas con Perros, que ayudan a los usuarios a alcanzar los objetivos que se hayan propuesto.