“Entiendo que esto es una propiedad, digamos, sustraída. Aquí nadie te ha dado permiso para entrar, pero tampoco nadie te ha dicho que no entres. Y quien lo diga que se lo cuente a un niño, que le explique que no puede tener una casa para vivir”. Son palabras de una de las personas que han vivido en los últimos años en el edificio conocido como la Corrala de la Bahía, en la Avenida de Portugal. Ha estado en uno de esos pisos hasta hoy, ya que está previsto que este martes todas las viviendas sean desalojadas.
Han pasado seis años desde que la Corrala fuera ocupada ilegalmente. El bloque era de nueva construcción pero llevaba años cerrado porque fue embargado por el banco a la constructora Goncava. Las cuatro familias que empezaron a ocupar el edificio en enero de 2015 procedían de otro situado a pocos metros, en San Severiano, 43. En menos de un mes fue refugio para más de una veintena de familias gaditanas, muchas de ellas con hijos. Sin embargo, en los últimos años ha sido protagonista de reyertas, enfrentamientos con los vecinos o venta de droga.
Esta persona, que ha vivido allí desde 2019, asegura que actualmente “no hay comercio de nada; de hecho la gente aquí está prácticamente en la indigencia; comemos de María Arteaga, asociaciones como Valvanuz o Cruz Roja, que son los que nos aportan recursos como kit de limpieza o bonos de comida”. No desmiente que en la Corrala haya miembros politoxicómanos, “pero eso no significa que comercien con sustancias; cada uno en su casa y con su vida hace lo que quiere y eso ocurre tanto aquí como en cualquier otro barrio de la ciudad”.
Insiste en que el edificio está ocupado en su mayoría por familias, algunas de ellas con niños. “Somos una comunidad”, nos cuenta, y hay de todo. “Tanto personas en exclusión social como extranjeros” de varias procedencias, “pero igualmente trabajamos todos en comunidad”. Niega que haya ningún clan que decida quién entra o sale del edificio, aclarando que lo que hay es “una familia rumana con abuelos, hermanos y niños pequeños” que “para lo único que se organizan es para limpiar el barrio y reciclar la basura para sacar algo de dinero”.
Pero debido a acontecimientos puntuales que han ocurrido a lo largo de los últimos años (como intervenciones policiales, alguna trifulca o el fallecimiento de un hombre por sobredosis en abril del pasado año), “se le ha dado a la Corrala una publicidad que no es la real”. Porque, según apunta este ocupante, “la realidad es incluso más dura y más triste que la que se ha dado a conocer”.
Al parecer, el fondo de inversión Cerberus, junto al propietario y los propios ocupantes llegaron a un acuerdo en un encuentro mediante el cual abandonarían el edificio de forma pacífica a cambio de una cantidad de dinero. Un acuerdo que fue verbal y que aún no se ha materializado ni saben cuándo se hará.
Estando en plena pandemia, este integrante de “la comunidad” de la Corrala celebra que el fondo de inversión “haya tenido un poco de humanidad ofreciéndonos una especie de indemnización; y aunque tengamos que ir a la calle, que nos amparen con una cantidad”. Aunque lo que realmente pidieron fue que “ya que el edificio era del banco, seguro que tenían otros pisos en alquiler y podían ampararnos el tiempo que pudieran ofrecernos”. Sin embargo esto no fue posible por falta de entendimiento.
Señala que “si finalmente es cierto lo del dinero, yo lo cogería, me iría a una inmobiliaria y lo ofrecería como fondo para el alquiler de unos seis meses, para que el propietario se quedase tranquilo”. Porque a pesar de trabajar su sueldo apenas llega a los 300 euros mensuales; “yo no tengo aval, ni nadie que me respalde”, comenta. No obstante, “aunque ahora están diciendo lo de los 5.000 euros por todas partes” lo cierto es que “los que estamos aquí todavía no tenemos ni una caseta de campaña”.
Por su parte, desde la AAVV Segunda Aguada su presidente, Antonio Peinado, ha afirmado que “nos complace enormemente que al fin se vea la claridad al final del túnel, porque han sido muchos años”. Según Peinado “en los últimos meses la situación entre las personas de la Corrala ha sido de normalidad; quitando algunos incidentes... por regla general no han dado problemas al barrio”. Por ello, muestran su “satisfacción porque vaya a normalizarse el asunto y que los vecinos que hay allí, que también los hay buenos, tengan la solución que deben darles”.
Hoy podría llegar a su fin la ocupación de la Corrala de la Bahía después de haber protagonizado más pesadillas que sueños en los últimos años. Aunque para algunas de las familias y personas que la han habitado hasta ahora comienza una nueva aventura, por el momento, sin más recursos que el cheque de Cerberus.