El Palacio de Congresos de La Línea acoge este jueves Fotodoc, el encuentro sobre derechos humanos, fotoperiodismo y fotografía documental que organiza la asociación Cooperación Alternativa. Este año contará con la presencia de Manu Brabo, fotoperiodista ganador del Pullitzer, entre otros premios. Aunque admite que no conoce la comarca, en las noticias que lee sobre el narcotráfico en el Campo de Gibraltar considera que hay patrones similares a los de otros lugares en los que ha trabajado: "Uno no hace esas macarradas si no se siente fuerte", comenta.
Espera que este encuentro sea un “diálogo” con los compañeros y el resto de asistentes, en el que poder “hablar del oficio, no me gusta que las charlas se conviertan en monólogos”, sino una conversación durante la que mostrar “algunas fotos de las que no pasan la censura”, explica.
“Yo voy contando, pero no quiero que ante cualquier duda esperen a un turno de preguntas. Total, mi vida me la conozco de memoria”, añade Brabo.
Con una amplia experiencia en zonas de conflictos sociales, ya sea por guerras, desastres naturales o cualquier otro motivo, el protagonista del encuentro acude a la comarca, donde no ha trabajado nunca, aunque sí “al otro lado del Estrecho, en Melilla”. Fue “hace ya muchos años, en 2010 y también en 2020, el año de la pandemia”.
A pesar de ello, conoce zonas en las que la inmigración tiene incidencia, un fenómeno que “es algo a nivel internacional, son temas muy complejos que no tienen una solución pulsando un botón. Son muchos problemas que hay que solucionar en cadena”, indica.
Aunque admite que no conoce el Campo de Gibraltar sí que está al tanto de las noticias sobre el narcotráfico, una de las lacras de la comarca. Por su experiencia en zonas de conflicto, considera que “el problema siempre es el mismo: carencias, expectativas cortas, mucho paro… Cuando más jodida esté la cosa, más gente irá para otro lado” y “donde no llega el Estado, llega otra gente”.
Para Manu Brabo, a medida que aumentan las carencias a nivel social, más fuertes se hacen las mafias, llegando a extremos como el reciente caso de los dos guardias civiles asesinados en Barbate. “Imagino que cada vez son más y se sentirán fuertes y arropados. Uno no hace esas macarradas si no se siente fuerte. Hablo por intuición”, admite, pero “he estado haciendo rollos relacionados con el tráfico de drogas y me da la sensación de que los patrones son evidentes, cada uno con sus peculiaridades, pero un caldo de cultivo que siempre está marcado por las condiciones de vida”.
Manuel Varela de Seijas Brabo (Gijón, 1981), cuenta con una destacada trayectoria como fotógrafo de prensa en numerosas zonas afectadas conflictos sociales, trabajando para ONG, agencias de prensa y medios internacionales. Su brillante trabajo le ha valido, entre otros muchos reconocimientos, en este caso junto con otros colaboradores de Associated Press, el Premio Pulitzer en la categoría de noticias de última hora (‘Breaking News’) en 2013.
Aunque no reniega de los galardones, admite tener “serias dudas” sobre cómo los asumen otros compañeros. “Yo me estoy volviendo un poco asceta. Por eso creo también que estimulan lo peor del gremio periodístico, que es el ego”.
Al fin y al cabo, cree que con esos premios lo que persigue es lo mismo que con su trabajo, ser “traductores de conflictos, por decirlo de alguna manera” y si consiguen que “gente que sí sabe salvar vidas y curar enfermedades que cogen una maleta y van para allá, entonces hemos triunfado”.
“Sigo pensando que la fotografía es llegar allí y contar las cosas”, comenta Manu Brabo. Por eso rechaza el mal uso que a menudo se dan a las imágenes captadas por particulares con sus móviles y por eso reclama el trabajo de los profesionales y los medios para “regulen de alguna manera el flujo de esas imágenes”, ya que valora que “hay cosas de las que no nos hubiésemos enterado si no hubiese alguien con un teléfono grabando y subiéndolo a las redes”.
Los escenarios en los que ha desarrollado su carrera dejan infinidad de imágenes durísimas que plantean debates sobre la autocensura de los medios. Aunque el fotoperiodista asturiano rechaza que se “dulcifiquen” esas situaciones, tampoco cree que haya que “abrir los periódicos con fotos de vísceras en portada, pero sí es cierto que hay determinadas imágenes que no puedes contar una guerra sin ellas”.
Dicho de otra forma, “no hay que desagradar al lector, pero de vez en cuando hay que darle un bofetón de realidad. Ahí entra la poética de la fotografía, contar las cosas sin que sean tan evidentes”, explica, si bien entiende que hay situaciones, como “el bombardeo de un hospital en Alepo (Siria), por poner un ejemplo; lo que te encuentras es un puto drama y lo que sale es un puto drama. Y no se puede hacer con menos sangre ni menos niños mutilados”.