‘El Niño’ habría sido probablemente una película muy distinta sin las imágenes de Ian McShane (El Inglés) caminando por los rincones de Gibraltar. Las secuencias rodadas por Daniel Monzón para su última película han llevado el Peñón, una vez más, a la gran pantalla. El cine ya se había fijado alguna vez en el perfil inconfundible de la Roca, pero nunca se habían retratado con tanta rotundidad el misterio y la belleza que desprende. Daniel Monzón se declara enamorado de un lugar del que, como él mismo dice, se habla mucho, pero se sabe poco. El director nos contó los detalles del rodaje y sus impresiones en una charla en el hotel Reina Cristina de Algeciras, después del estreno en Los Barrios (Cádiz) y poco antes de su marcha a Londres para presentar la película en el London Film Festival. Monzón afrontaba con calma el estreno en Reino Unido, donde su anterior trabajo, ‘Celda 211’ recibió la mejor de las acogidas. Desde entonces, ‘El Niño’ sigue pulverizando récords de taquilla y cosechando críticas más que favorables, mientras se espera el desenlace de su carrera hacia los Oscar.
¿Cuáles fueron sus primeras impresiones al llegar a Gibraltar?
Es un sitio del que se habla mucho, pero realmente muchos españoles e incluso muchos ingleses no lo conocen. Sin embargo, todo el que entra, yo el primero, se queda sorprendido de que en un espacio tan pequeño haya tantas cosas de tantas índoles. Evidentemente todo el mundo conoce más o menos lo que es Main Street[1], las tiendas, que es una especie de Oxford Street en chiquitillo y con un aire un poco andaluz, una mezcla muy interesante y muy pintoresca. Luego tienes la fuerza del Peñón en sí misma, que es una fuerza como telúrica cuando te acercas ahí, a ese pedazo de piedra que parece que te está hablando. Subes a la cima y tienes una vista maravillosa de la Bahía y de África, tienes la sensación de la confluencia de dos continentes, de todas las fronteras, todo ahí pegado, ese mundo abigarrado que significa toda la zona y el propio Gibraltar. Lo ves y dices: “¡Dios mío!”. Está, por un lado, como la naturaleza más virgen y primitiva, esa roca inmensa, y por otro todo el mundo de casas trepando y te das cuenta de que es algo verdaderamente especial. Tiene una personalidad marcada terriblemente cinematográfica, que es lo que hemos querido mostrar en la película. Creo que en la película Gibraltar luce muy interesante, resulta muy atractivo. El sitio lo tienen. Después, conocer todo lo que ocurrió…Convertir el Peñón en una fortaleza en la II Guerra Mundial, Churchill y sus dos mil muchachos, encarnando lo admirable del espíritu inglés. ¡Madre de Dios!....Es un pueblo realmente unido que, cuando hay una causa, van a muerte a por ello.
¿Como ‘El inglés que subió una colina pero bajó una montaña’?
¡Mmmmm! ¡Eso es! Notas que, por un lado está el espíritu inglés allí metido, pero, por otro, tiene una personalidad propia. Además, de hecho, hablas con la gente de Gibraltar y te dicen “yo soy gibraltareño”. Tienen una conciencia de pueblo muy fuerte. Lo piensas y ves que lo más terrible de vivir en la zona de Gibraltar y alrededores es el tema de la frontera. Para entrar y salir… Nosotros mismos, cuando rodábamos uno de los días nos tocó. En un rodaje vas con el tiempo absolutamente milimetrado y hubo un día en el que el equipo prácticamente no durmió porque salimos tarde, nos comimos como tres horas de cola en la frontera y al día siguiente teníamos que empezar muy pronto. Fue llegar aquí, al hotel Reina Cristina de Algeciras, que es donde nos alojábamos, y solo pude dormir dos horas. Vives en tus carnes lo que es un problema muy cotidiano para toda la gente tanto de La Línea, Algeciras y otros puntos de la comarca como para la gente de Gibraltar que pasa a España a dormir. Creo que los dirigentes deberían sentarse para poder solucionarlo, porque al final los que acaban pagando el pato son los de a pie, son los pueblos, los vecinos. Lo lees en los periódicos y dices “¡vaya tela!”, pero cuando lo vives en tus carnes y piensas que para algunos es su día a día, es muy distinto.
¿En qué momento apareció Gibraltar en el guion?
Tú bajas con ojos de cineasta. Jorge Guerricaetxebarria, el guionista, y yo nos dimos cuenta de que no había una película sobre el asunto del narcotráfico que sucediera en el Estrecho de Gibraltar. No estaba tocado para el cine, era un territorio virgen y lo teníamos a lado. Nos documentamos. Estuvimos hablando con gente de Vigilancia Aduanera, de la Guardia Civil, de Policía, también con muchos gomeros[2] y con gente de Gibraltar para dar un retrato coral sin entrar a juzgar a nadie, sino mostrando los personajes y mostrando los paisajes. Ves el paisaje del Estrecho de Gibraltar y hay algo que lo preside, y es el peñón de Gibraltar y t Si vas a hacer una película sobre este asunto no tiene sentido eludir este emblema, algo que vayas donde vayas te persigue. El Peñón está presente en la película constantemente, tú lo has dicho, es como la mirada de la Gioconda. Te vas al puerto, lo ves; te vas a La Atunara, lo ves, te vas a Sotogrande, lo ves; te vas a África, lo ves…Es una especie de bastión, de símbolo. Además, tiene una fuerza plástica desde fuera increíble y, desde dentro, también.
¿Estaba previsto desde el principio que tuviera tanto protagonismo?
Fue un elemento que surgió de una forma natural al bajar a la zona y conocerla. Íbamos con la idea de que todo el guion surgiera de este trabajo de campo que hicimos. Pasamos prácticamente ocho meses en la zona. Bajamos a Marruecos, llegamos hasta las plantaciones del Rif. Tratamos de empaparnos de todo y conocer todas las problemáticas. Al llegar allí, Gibraltar se convirtió inmediatamente en parte de la historia, porque no podría ser de otra manera. Habría que haber tenido una venda en los ojos para no ver una de las cosas más emblemáticas y espectaculares. Es curioso, porque nuestra manera de trabajar es ir inventado historias, pero contándonoslas el uno al otro. Manteníamos largas conversaciones mientras paseábamos y la película fundamentalmente se construyó en largos paseos por la zona de la duna de Bolonia y por el peñón de Gibraltar. Subíamos andando hasta la cima, íbamos por las carreteritas, por los caminos, era un sitio muy inspirador. Se te pone en marcha la cabeza y estás rodeado de esa energía que desprende la Roca, desde donde divisas toda la película y vas subiendo y tienes la sensación de que vas avanzando hasta llegar a la cima. Fue en varios ascensos al Peñón donde empezamos a perfilar toda la película. Recuerdo un domingo en el que habíamos visitado los túneles y llegamos hasta la misma cima, que fue cuando acabamos de contarnos la historia el uno al otro y acabamos mirando todo el escenario desde arriba: África, la Bahía…Hasta ese punto ha sido importante Gibraltar en la historia.
¿Conocía Gibraltar?
No lo conocía hasta que desembarqué con Jorge [el guionista] para conocer la zona. Luego empiezas a descubrir todo lo que contiene Gibraltar. Están las calles comerciales, que son una especie de centro comercial londinense abierto, cruzado con un toque colonial y un aire andaluz en algún caso. También es curiosísimo escuchar a la gente hablando un inglés canónico y que de pronto se pasan a un andaluz “eh, quillo” en la misma frase. En la misma forma de expresarse y de hablar te das cuenta de la dicotomía o de la personalidad tan especial de la gente que vive en Gibraltar. No hay nada que diga más de ti que tu habla o tu forma de expresarte. Esa mezcla tan increíble, tan sorprendente y tan pura de las dos raíces te muestra un pueblo con una personalidad muy definida y muy interesante. Luego ves que históricamente es un punto estratégico. Con el Tratado de Utrecht se cedió un territorio muy pequeño, pero que tiene una importancia capital, es como una atalaya. Churchill convirtió ese peñón en un búnker a golpe de pico y pala. Descubrir todo ese entramado de galerías, que además tienen la guasa inglesa de llamar al punto de cruce Clapham Junction[3]. Ves esa obra y recuerdas el Museo de la Guerra de Londres, que es extraordinario, y te hace recordar la entrega y el esfuerzo que tanto me gusta del espíritu británico. Luego te pones a hablar con la gente de allí y te das cuenta de que tienen un orgullo nacional, que te dicen: “somos llanitos”. Te vas enamorando del sitio porque verdaderamente es muy peculiar y tiene una energía muy singular, con una templanza y una personalidad muy propias. Evidentemente, con ojos de cineasta ves todas las posibilidades que ofrece el lugar; y la película las aprovecha en la medida en que Gibraltar es una parte de la historia.
La película se proyecta en tres salas en una de las zonas más castigadas por el paro. Es todo un hito, sobre todo en plena crisis económica y cultura, ¿no?
Para mí es halagador y una alegría enorme. Deseaba con toda mi alma que la película aquí no se viera como una mirada de uno de fuera que viene, entra, habla sin conocimiento de causa y hace algo que viola nuestra intimidad. Constatar que a Gibraltar, Algeciras, La Línea, Barbate, a la gente de Vigilancia Aduanera, a la Guardia Civil y a los gomeros les gusta la película es una de las grandes satisfacciones que me está dando ‘El Niño’. Me alegra ver que en ese retrato, desde luego ficcionado, que es esta película se estén viendo reflejados. No ven una cosa superficial y frívola, sino que, aunque, indudablemente, es una película de entretenimiento, se han hecho los deberes. Igual que yo miro a todos los personajes de la película con el cariño que me empuja el retratarlos como seres humanos, sin juzgarlos, del mismo modo trato a todos los espacios y todos los paisajes, a todos los pueblos que confluyen en la zona.
Aunque con ‘Celda 211’ ocurrió algo similar, ¿no da un poco de vértigo ver hasta dónde has llegado con ‘El Niño?
Es cierto que ocurrió con Celda. Algunos te decían: “has puesto el listón muy alto, ¿qué vas a hacer?”, y yo pensaba: dios mío, ¿qué voy a hacer? Lo que tienes que hacer es estar abierto hasta que te entra un asunto dentro del cuerpo que sientes que te va a apasionar. Estoy en ese período de ver qué quiero hacer tras terminar una película. Soy como una esponja: leo, escucho, pienso y reviso hasta que noto que una nueva aventura me vuelve a invadir y pienso que me gusta tanto que voy a ser capaz de entregar toda mi energía, todo mi tiempo y todo mi cariño durante un mínimo de tres años. Han pasado cinco años desde Celda 211. El primer año estuvimos Jorge, mi coguionista, y yo, escribiendo una comedia negra para rodar en Inglaterra, llamada ‘Murder weekend’. Es una película que está ahí, dependerá de si puedo lograr el reparto. Es una película que me divertiría mucho hacer porque me encanta el cine inglés y me encanta la comedia británica. Ian McShane está enamorado del que sería su papel. Si no, ya veremos qué es lo que me pide el cuerpo, aunque sí que siento que tengo cuerpo de comedia.
Sabe que habría expectación…
Claro, claro. Esta es mi quinta película y siempre han sido muy diferentes unas de otras. Yo me dejo llevar por lo que me pide el cuerpo, no por lo que me dicen los demás que debería hacer. Si tratas de contentar a los otros es un error, tienes que contentarte a ti mismo porque si estás contento con lo que haces, puedes apasionar a la gente con la que vas a trabajar y, quizás al final, llegar al espectador. Pero si partes de una búsqueda en contra de tus propios sentimientos, la has liado. De otra manera, estás en un callejón sin salida.
¿Te preguntan si tuviste problemas para rodar en Gibraltar?
Sí que me lo han preguntado y mi experiencia fue llegar a Gibraltar, hablar con las autoridades y, recibir desde el primer momento, un trato amabilísimo, exquisito, colaborador, confiado, generoso y así fue hasta el final. No solo no se nos ha puesto ninguna traba, sino que se nos ha brindado la oportunidad de conocer Gibraltar de una manera más intensa. Los guías nos ayudaron con las localizaciones, obtuvimos los permisos con total facilidad, el trato fue amable, gente de la zona colaboró con nosotros… No puedo tener más que palabras de agradecimiento para el pueblo de Gibraltar y su Gobierno, que permitió algo que de otra manera no habría podido hacerse. Sin Gibraltar, la película habría sido una obra castrada porque una de sus patas principales no habría estado. Lo que quería era rodar en todos los sitios de verdad y hemos rodado en la frontera de Ceuta, en barrios en los que no entra ni la policía. Si hubiera tenido que recrear un Gibraltar ficticio, habría sido horrible y además le habría dado alas a mucha gente que piensa que no te van a dejar [rodar]. Hubo confianza y apoyo generosísimos, sin preguntarme nada. No puedo tener más que buenas palabras para el pueblo de Gibraltar.
Si no fuera por las peculiaridades de la zona en la que se desarrolla la historia, ‘El Niño’ sería carne de remake. ¿Quién le gustaría que lo dirigiera?
Esto me ha ocurrido con Celda 211. La compraron los americanos para hacer un remake y la compró Paul Haggis, el director de ‘Crash’. También quería comprarla David Fincher. Si la hiciesen los americanos, por un lado te da mucha curiosidad y te sientes hasta halagado, pero tienden a arrinconar la original. Por mí, si no se hace la original, encantado y si se hace, ya que David Fincher se interesó por ‘Celda 211’, a mí me parece uno de los directores americanos más interesantes del momento. Igual hasta la hace mejor que yo.
CHARLA CON LOS ACTORES DE “EL NIÑO”
Un cóctel infalible
· El reparto de ‘El Niño’, que combina veteranía y caras desconocidas, es una de las claves del éxito de la película
No pierden la sonrisa a pesar de una campaña promocional que ha superado todas sus expectativas. Jesús Carroza (‘El Compi’), María García (Marifé) y Juan Montilla (Manolo, el piloto) apenas tienen un hueco en su agenda, pero hacen una pausa en su descanso para desvelar los entresijos de ‘El Niño’. Sonríen a pesar de que la noche anterior habían acabado de madrugada los actos de presentación de la película en Los Barrios. No dijeron “no” a una fotografía, firmaron todos los autógrafos y agradecieron cada uno de los comentarios.
Son tres actores con tres perfiles muy diferentes. Ellos son un ingrediente importante en la fórmula del éxito de ‘El Niño’, que ha combinado la veteranía de actores como Luis Tosar y Sergi López con la frescura de rostros desconocidos hasta ahora y el buen hacer de secundarios excepcionales.
Jesús Carroza
A sus 26 años, Jesús Carroza tiene ya una decena de películas sobre sus espaldas. ‘7 Vírgenes’ (Alberto Rodríguez, 2005) le dio su primera oportunidad en el cine. Se considera afortunado de poder vivir de la profesión, aunque ha sido ‘El Niño’ el título que le ha puesto cara, nombre y apellidos definitivamente ante casi dos millones de espectadores. Es consciente de que no puede bajar la guardia. “Esto es una carrera de fondo, pan para hoy y hambre para mañana y nunca puedes dejar de aprender”, comenta. “Estaba esperando una oportunidad como esta y ahora tengo que aprovecharla, pero siempre sin dejar de tener los pies en la tierra”.
María García
María García, al igual que Jesús Castro, el protagonista, llegó al reparto casi de rebote. El equipo de casting fue a hacer unas pruebas al instituto en el que ella estudiaba producción y vio en ella a la Marifé que buscaban. De mirada limpia, dicharachera y directa, era la candidata ideal para la novia de ‘El Compi’, la que intenta llevarle por el buen camino y darle la sensatez que no tiene. “Marifés hay muchas”, explica, “y más aquí, en Algeciras, chavalas con novios que son unos balas perdidas y mujeres con los pies en la tierra, que los tienen más derechos que una vela porque les quieren”. “Quizá al público le guste porque te la crees, es cercana, es de verdad”.
Juan Montilla
Juan Motilla es el actor que da vida a Manolo, el piloto del helicóptero. Es un secundario que no pasa desapercibido. “Mi papel no es muy importante, pero quizá se queda porque es muy entrañable”, dice. Es, en efecto, un papel secundario, pero que pone el contrapunto de cordura y sencillez en un elenco de personajes viscerales y de lecturas múltiples. Es uno de los más veteranos del reparto. Su rostro probablemente resulte familiar a muchos. No es extraño. Desde 1988, ha participado en una quincena de películas en el cine, telefilmes y series como ‘El comisario’ o ‘El secreto de puente viejo’. También ha colaborado en cortos, como la excelente comedia ‘En la otra camilla’ del director algecireño Luis Melgar. Motilla compagina el cine y la televisión con su otra gran pasión, el teatro, al frente de su propia compañía, Teatro Clásico de Sevilla. “En el cine y en la televisión soy un actor de reparto de toda la vida”, explica, “ahí estoy, en la batalla.
‘El Niño’ ha sido una escuela
Cuando se les pregunta por las anécdotas del rodaje, Motilla responde rápidamente la impresión que le causaron los pilotos de la Policía Nacional que les ayudaron durante el rodaje, “los dos Luises y Benjamín”. “Ves que se juegan la vida todos los días y, sobre todo, lo buenos que son, hacen con facilidad cosas increíbles que no he visto ni en el cine americano, como poner el helicóptero al lado de la lancha”.
“Te puedo contar que el morro del helicóptero te daba en la cabeza”, apunta Carroza, que recuerda otra anécdota. “Nos metieron a todos en un piso de estudiantes, a [Jesús] Castro, a Saed [Chatiby], a Mariam [Bachir], así nos conocíamos mejor”. Reconoce que la convivencia, tal y como han recordado sus compañeros en alguna ocasión, se vio enturbiada por el despertador de Castro. “Era el toque de diana de la mili, el ‘tiiiitotatiiiito’, y en el piso se despertaba todo el mundo de mala leche, en realidad todo el bloque se despertaba con la diana de la mili”, admite mientras ríe a carcajadas.
Los tres actores destacan la labor de las directoras de casting, Yolanda Serrano y Eva Leira, que, además de seleccionar el reparto, se encargaron de formar a los actores en ciernes que llegaron sin experiencia previa. “Las voy a llevar siempre por bandera porque gracias a ellas he tenido la oportunidad de participar en esta gran película”, afirma María García con una vehemencia que, por un segundo, recuerda a Marifé.
Los actores subrayan que ‘El Niño’ se convirtió para todos en una suerte de escuela en la que los nuevos aprendían de los veteranos y en la que los más experimentados recibían lecciones inesperadas de los recién llegados. Juan Motilla recuerda que el director, Daniel Monzón, les ponía secuencias de los nuevos para que vieran su evolución. “Cuando vi la parte de la persecución en la lancha era increíble”, subraya. Jesús Carroza resalta la espontaneidad de actores como Jesús Castro, María García y Mariam Bachir. “Veía reflejada en ellos la inocencia que te da la inexperiencia, yo la tenía en ‘7 Vírgenes’, pero después de eso vas adquiriendo más responsabilidad”.
El cuarteto protagonista se enfrenta ahora precisamente a la responsabilidad de responder a la etiqueta de “grandes promesas del cine español”. Para Jesús Carroza es un incentivo, pero “siempre sin dejarte cautivar por esas palabras”. María García añade que da un poco de miedo, pero que lo afrontará con “trabajo y formación”.
Ninguno de los tres se atreve con el reto de decir a qué estrella de Hollywood querrían ver en su papel. María García acepta finalmente la propuesta de sus compañeros, que sugieren a Salma Hayek. En ese momento llegan Mariam Bachir y Saed Chatiby, que no lo dudan un segundo. A Saed le gustaría Aaron Paul, que encarna a Jesse Pinkman en la archiconocida serie ‘Breaking Bad’. “¡Yo, Halle Berry!”, exclama Mariam mirando por encima de las gafas de sol. Se admiten apuestas.