Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, me uno a esta afirmación pero en lo que se refiere al corazón no se puede ser radical porque existen matices. Esto es lo que han debido pensar Jennifer López y Ben Affleck para contraer matrimonio después de romper la relación que mantuvieron.
20 años después la del Bronx se ha casado con el actor en las Vegas, ejerciendo de testigos del enlace los hijos que cada uno aporta por separado al matrimonio, convirtiéndose en una familia de siete. Affleck vistió un esmoquin que había usado en otras ocasiones en blanco y negro y la artista optó por dos vestidos, uno que había guardado durante años y el segundo, aunque no lo ha confirmado la marca, podría pertenecer a la colección nupcial Primavera/Verano'23 de Zuhair Murad, de escote corazón y hombros al descubierto.
Sea como fuere la historia de amor de ambos por separado no consiguió matar el amor que sentían el uno por el otro, haciendo que finalmente vuelvan a unirse. Cuando el amor es verdadero resiste y perdura sea cual sean los obstáculos que se interpongan. A pesar de no creer en segundas partes reconozco que los ojos vidriosos de Jlo previo enlace, su emoción y nerviosismo me hicieron tambalear en mis creencias y me hizo empatizar con las emociones que transmitían los vídeos e imágenes de la cantante-actriz. Ojalá los Bennifer rompan esta creencia y su segunda oportunidad sea la definitiva.
Termino esta semana la columna con las hermosas palabras que profirió Jennifer: “El amor es hermoso. El amor es amable y resulta que el amor es paciente. 20 años de paciencia”.
