Históricamente, fueron construidos como un aviso a navegantes. Emitían una señal de luz que servía como indicio de que la costa estaba próxima. Hoy, ante la aparición en escena de otros métodos tecnológicos más sofisticados para desarrollar la misma función, estos guardianes del mar ya no parecen tan imprescindibles para la seguridad o la navegación, aunque sus figuras imponentes siguen siendo apreciadas por muchos, lo que los ha llevado a convertirse en grandes atractivos turísticos. Unos miradores de grandes dimensiones desde los que disfrutar a cierta altura de unas vistas privilegiadas y contemplar toda la vida que se mueve a su alrededor.
El Faro de Chipiona es, sin duda uno de los más conocidos. Un enclave ideal que une las aguas del río Guadalquivir y el océano Atlántico, del que presume la localidad como uno de sus grandes estandartes turísticos e históricos. Su enorme talla de 69 metros partiendo desde la base, lo convierte, además, en el más alto de España y también uno de los más grandes de Europa. No es de extrañar que los usuarios del buscador de vuelos y hoteles ‘Jetcost’ lo hayan seleccionado como uno de los 20 faros más impresionantes del continente, junto a otros como el del Cabo de Gata en Almería, el Faro de Capri y el de Génova italianos, la Torre de Hércules (A Coruña), único faro romano aún activo; o la majestuosa Torre de la Doncella, localizada en Estambul (Turquía)