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Curioso Empedernido

El uso y el abuso

El cambio social y político es sano y necesario, es una de las más bellas expresiones de fortaleza democrática

Publicado: 31/10/2024 ·
18:01
· Actualizado: 31/10/2024 · 18:01
Autor

Juan Antonio Palacios

Juan Antonio Palacios es observador de la conducta humana, analista de la realidad y creador de personajes literarios

Curioso Empedernido

Curioso empedernido. Curioso de las tres pes, por psicología, la política y el periodismo, y alérgico a las fronteras y murallas

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Hay quienes andan de un lado para otro entre el uso de lo que la vida les ofrece y el abuso de lo que intentan procurarse, y van intentando orientarse en busca de su papel en la vida. Se empeñan permanentemente en ser una cosa y ejercen de todo lo contrario, parecen que van en una dirección y sin embargo caminan en sentido opuesto , hablan de rectitud y son los más inmorales y corruptos, y se escudan en murallas inexpugnables para ocultar sus vergüenzas e inseguridades.

Son de esa clase de gente instalados en la constante estrategia de la confusión, que resulta más alarmante, grave y evidente, cuando el sujeto en cuestión es alguien con una responsabilidad pública, uno de esos actores en busca de un autor con la misión de conseguir que las cosas funcionen y que vivamos mejor con el uso adecuado de los servicios y sin caer en el abuso excesivo de lo que terminan convirtiéndose en fijaciones.

Estos personajes deberían ser capaces de sintonizar con las demandas y los sentimientos de los ciudadanos, y manejar los desacuerdos antes que se conviertan en incomunicaciones y abismos insalvables, e intentar resolver los problemas para evitar que se transformen en conflictos sin aparente solución.

Hacer de su vida un ejemplo, ejerciendo una pedagogía desde el ejercicio del poder. Los políticos inteligentes , aquellos que utilizan hábilmente el sentido común y están siempre dispuestos a escuchar la voz del pueblo, saben y entienden que el liderazgo no tiene que ver con el control y el abuso de los demás, sino con el arte de persuadirles, para ser protagonistas y colaborar en la construcción de un objetivo común.

Mientras aquellos que tienen un concepto personalista y degradante de la política, actúan presos de un narcisismo en el que los demás no existen, salvo en la condición de espejos de si mismo. Alimentan una sensación de ser únicos e importantes, excepcionales y únicos, aunque sólo son el envoltorio de vacío de ideas, sin discurso ni proyectos y una ausencia total de ética e integridad personal.

Estos individuos mantienen el manto de la oscuridad sobre sus decisiones y reaccionan a cualquier crítica con enormes dosis de rabia, no comprendiendo que alguien ponga en cuestión su criterio y actuación. Exageran sus logros y capacidades, presumiendo de ser los mejores.

Todo lo bueno que ocurre es gracias a ellos y lo malo siempre es culpa de los otros. Sus fantasías de éxito, poder y brillo han de ser reforzados continuamente por una corte de plebeyos y bufones a sueldo que le profesan atenciones, halagos   y admiraciones  constantes, por ser el señor que les paga. Cuando esto no ocurra, la cosa cambiara, y es que en el caso de esta camarilla, no existe un interés más desinteresado.

Dueños y poseedores del cargo que se les ha otorgado por la voluntad popular y en el colmo de su megalomanía, no dudan en eliminar a sus posibles competidores en la carrera hacia el poder, subyugando y dominando a los débiles mediante la amenaza y comprando y utilizando a los otros.

Terminan considerándose imprescindibles, y con ellos no hay futuro posible, ya que acaban siendo devorados por su insaciable y destructible deseo de unicidad, y producen saciedad, cansancio y hastío, en aquellos que deberían estimular la novedad, la ilusión, las ganas de trabajar y el impulso para producir el salto hacia una nueva situación. A las personas normales, aquellos que rellenan las estadísticas, forman ruido y hacen que este país funcione, les provoca un enorme cansancio, tanto concierto monótono y aburrido en el que solamente hay lugar para una partitura, que se repite una y otra vez y termina agotando hasta el más paciente.

El cambio social y político es sano y necesario, es una de las más bellas expresiones de fortaleza democrática, en la que todos estamos y somos, y en las que aunque  nos movamos entre nuestras dudas y perplejidades, no podemos, ni debemos, ni queremos ser rehenes de ningún salvador sin paraíso.
 

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