El escalón cada vez es mayor y cada vez la realidad, y lo que es más preocupante, el futuro, es negro. Que el norte es cada vez más progreso y el sur más pobreza y marginalidad, ya no debe sorprender a nadie. Andalucía se encamina sin remisión y sin reacción ante un panorama preocupante e indefendible por las escasas perspectivas de cambiar.
Y deja sin argumentos a los que dicen tener la llave de tornar el día a día. Dentro de ésta, Cádiz tiene el bochornoso honor de aglutinar a las poblaciones con un mayor número de desempleados. O lo que es lo mismo, el rédito de pobreza ya no se esconde de las miserias. Ya no se puede ocultar.
El estancamiento parece no tener freno en una caída hacia el abismo. Historias como las que hoy nos hacemos eco que no dejan de frustrar a aquellas personas que confiaron y depositaron su confianza en un paraíso que ni existe ni será a cambio de nada. Medias verdades, medias mentiras y penurias verídicas como la vida misma. El drama de la vivienda persigue y retrata una realidad que no debiera servir como arma electoralista ni como acicate para remover a los que lo pasan mal.
La precariedad laboral va de la mano en una calidad de vida que mengua de manera peligrosa ante la desesperación de familias que siguen sin encontrar un empleo y que sucumben con políticas que poco o nada ayudan. Hace falta un mayor compromiso social y verdadero para luchar con una lacra que dignifique a la persona. Falta credibilidad y un plan de empleo. El populismo no tiene sitio.