Las deudas y los números hablan claramente de la suerte que le depara a Suvipuerto; un horizonte oscuro y sombrío. Una empresa mantenida artificialmente y que no deja de acumular números rojos a su ya escuálida caja. Una empresa que paga los desmanes y que alumbra la cara menos amable de lo mal entendido como servicio público ante un ente que en la actualidad sirve para ofrecer vivienda gratuita bajo el paraguas del Ayuntamiento, es decir, el que pagamos religiosamente todos.
Una medida solidaria en su objetivo final que debiera servir para paliar las necesidades de los más desfavorecidos y que, lejos de solucionar la problemática, mantiene y fomenta un sistema inmutable y subsidiario por más que pase el tiempo; y que lejos de ofrecer un mejor recurso satisfactorio pretende ahora dejar a cero el adeudo.
El argumento excusatorio del mal de la empresa municipal y su herencia de años precedentes, el que debe hacer frente a multitud de demandas, deja sin razonamiento ante las políticas de no saber ponerle freno a medidas, que agrandan el propósito de salir indemne de ella.
Poner una fecha de caducidad a una deuda en una vivienda social, no es ni debe ser la solución. Una medida y una ocupación que debe tener un fin temporal, no eterno ni de balde.
A nadie le gusta pagar, así que se convierte en un mal ejemplo para unos, los otros, ciudadanos normales y corrientes que solo entienden de pagar.