El líder de La Izquierda alemana, Oskar Lafontaine, anunció ayer su retirada de la vanguardia política y precipitó el pulso por la sucesión al frente de esa formación en auge, aglutinante del pos comunismo y la disidencia socialdemócrata, pero dividida entre pragmáticos y "fundamentalistas".
Lafontaine, bipolarizador tanto en sus tiempos socialdemócratas como al frente de la formación crecida del voto de los descontentos, reapareció tras meses de ausencia con el anuncio de que no optará a su reelección como líder La Izquierda, en el congreso de mayo, y que deja también su escaño en el Parlamento (Bundestag).
"El cáncer ha sido el disparo de advertencia", dijo, respecto a la enfermedad que le ha tenido apartado de la vida pública desde octubre. Su actividad se concentrará en el Sarre, el estado del que fue primer ministro durante catorce años, aún como socialdemócrata.
Si en 1990 pasó una "crisis existencial" -"que superé", dijo-, tras el atentado sufrido como candidato socialdemócrata a la cancillería, ahora el cáncer le ha decidido a dar ese paso, que sucede a una serie de anteriores "toques de aviso" de su salud.
Lafontaine, de 66 años, sin síntomas de decaimiento y haciendo gala de la misma agilidad mental que le convirtió durante años en temido orador del Bundestag, insistió en que su decisión no tenía nada que ver con la discusión sobre el rumbo del partido.
"Los ataques personales nunca me intimidaron. Al contrario", dijo, custodiado por el jefe de su grupo parlamentario, Gregor Gysi, tan carismático como él, pero tampoco dispuesto a reasumir el liderazgo que dejó años atrás tras varios ataques cardíacos.
Lafontaine se puso al frente de La Izquierda en 2007 como co-presidente del pos comunista Lothar Bisky, tras cerrarse un complejo proceso de fusión entre el Partido del Socialismo Democrático (PDS) y la disidencia del Partido Socialdemócrata (SPD).
Ambos dejarán vacante una presidencia bicéfala, puesto que Bisky ya anunció su retirada para concentrarse en su labor de eurodiputado.
Bajo el liderazgo de Lafontaine La Izquierda dejó de ser una fuerza arrinconada en el antiguo territorio germano-oriental, situación en que parecía anclado el PDS desde la reunificación alemana (1990), para consolidarse como formación sólida en la mitad oeste del país.
La Izquierda se ha alimentado de la persistente caída de votos del SPD y Lafontaine ha sido, a la vez, motor de ese impulso y obstáculo para todo acercamiento con los socialdemócratas.
En el SPD no se le ha perdonado aún el mazazo dado en 1999, pocos meses después de la llegada al poder de Gerhard Schröder al frente de su coalición roji-verde, con su doble dimisión como presidente del partido y ministro de Finanzas.
Justificó entonces su intempestiva retirada con la "traición" a los principios de la formación que suponía la línea Schröder, acrecentada luego, a su parecer, por los recortes sociales aplicados en los legislaturas del gobierno roji-verde.
Lafontaine pasó a azote de la socialdemocracia, partido en el que militó 40 años y a cuya presidencia accedió, en 1995, al presentar su candidatura con un encendido discurso, en pleno congreso de la formación, frente al empalidecido aspirante oficial, Rudolf Scharping.
Su alianza con los pos comunistas del PDS le devolvió al primer plano político, pero por encima del ascenso electoral en todo el país -en las últimas generales rozó el 12 por ciento- la formación no ha logrado una cohesión interna.
La Izquierda se encuentra inmersa en una pugna entre los llamados realistas y los fundamentalistas, que derivó hace unas semanas en la renuncia al cargo de su secretario ejecutivo, Dietmar Bartsch, entre acusaciones de deslealtad hacia el aún convaleciente Lafontaine.
En la formación persisten no sólo pugnas generacionales, sino disonancias este-oeste, pues parte del ala occidental sigue viendo al PDS como "heredero" del régimen comunista de la extinta República Democrática Alemana (RDA), que separó Alemania con el Muro.
Bartsch representa a quienes claman por el realismo y también por el acercamiento al SPD para dejar atrás definitivamente el arrinconamiento político y ascender a socios de gobierno.
Algo que hasta ahora La Izquierda sólo logró en gobiernos regionales del este -como la ciudad-estado de Berlín, donde forman coalición con el alcalde socialdemócrata Klaus Wowereit-, pero no en el oeste del país.