El escritor Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) ha afirmado que "España tiene actualmente una nueva izquierda 'facha' que ha perdido el sentido del humor" y "responde a un modelo que no tolera que la gente se salga de la moral ni un poco". También cree que "ha perdido la capacidad de debatirse y por eso se fractura, cada dos por tres, en reinos de taifas, aunque tampoco es que la derecha esté mucho mejor".
Soto Ivars ha hecho estas valoraciones, en una entrevista a Europa Press, con motivo de su último libro "Nadie se va a reír" (Destino), donde reconstruye la denuncia y condena posterior de Anónimo García, líder del grupo de artistas Homo Velamine, fundadores del movimiento 'ultrarracionalismo', cuyas acciones públicas buscaban mediante la ironía y el escándalo criticar "a izquierda y derecha" a una sociedad "hipócrita, reaccionaria y embrutecida por su propia autosatisfacción".
En 2016, tras la violación de una joven en Sanfermines por 'La Manada', el colectivo creó una web falsa donde ofrecía un supuesto tour turístico por los lugares de Pamplona donde sucedieron los hechos.
Su objetivo era, ante la mercantilización de aquel caso por parte de la prensa, denunciar "la podredumbre moral" de los medios, lanzando una noticia "tan falsa como llamativa" que "sólo tenía una premisa: no ofender a la víctima en ningún momento" explica Soto Ivars.
Sin embargo, ocurrió todo lo contrario. La noticia, "y con ella la indignación" prosigue Ivars, "se difundió a gran velocidad", hasta el punto e que los medios se lanzaron a denunciar la existencia de un tour "inexistente". Fue entonces, prosigue, "cuando Anónimo García comprendió que el sensacionalismo sería incluso capaz de mentir sobre una web que denunciaba que el sensacionalismo mentía", recuerda Ivars.
Posteriormente, la abogada de la víctima de 'La Manada', Teresa Hermida, acusó a Anónimo García ante el juez por 'trato vejatorio para la víctima del delito'. Resultó que "la persona a la que creían estar defendiendo de la instrumentalización de la carroña mediática, aceptaba lo que la prensa decía sobre ella".
La abogada pidió tres años, tres meses y un día de cárcel, además de una indemnización económica, y Anónimo García fue condenado "por trato degradante" y se le impuso una pena de 18 meses y una indemnización de 15.000 euros, más costas. "Aquí, la historia es que, cuanto mejor sale este acto, peor es el papel de los medios de comunicación 'serios', porque cayeron en la trampa de hacer lo mismo que los medios sensacionalistas, convertir en un producto, la violación", ha dicho.
La idea que buscaba la acción era, relata el autor, que "cuando esos mismos medios se escandalizaran, decirles: 'os hemos pillado', porque os escandalizáis de vosotros mismos". "Sale tan bien, que nunca hay desmentido en la prensa y lo que llegó a la abogada de la víctima que les denunció fue el relato mediático, por lo que de nada sirve ya lo que ellos digan. Es una catástrofe", ha agregado.
El autor de "Arden las redes" o "La casa del ahorcado", añade que "Anónimo comprende, desde la desesperación, que está siendo destruido por un malentendido. A la sala del tribunal entró una víctima y salieron dos", remarca Ivars.
Es aquí donde el columnista carga contra el papel de la izquierda actual porque, "cuando le condenan, ninguno de esos que defienden a acusados como los raperos Valtonic o Pablo Hásel, esos presuntos defensores de la libertad de expresión, ignoran este caso".
A su juicio, "esto pone encima de la mesa la hipocresía inmensa de esta supuesta izquierda defensora de la libertad de expresión, empezando por Greenpeace, donde trabaja Anónimo García, que le despide fulminantemente tras la condena, por si el caso salpica su reputación".
Para Soto Ivars, este caso reflexiona sobre "el linchamiento, la dictadura de la opinión pública y el circo mediático que en la actualidad se crea ante cualquier noticia que presente segundos o terceros niveles de lectura".
En todo caso, cree que el protagonista pecó de ingenuo porque en sus acciones de subversión artística "parte de la premisa de que ataca la autocomplacencia social y eso va a provocar una reflexión, pero se equivocan porque eso no se produce". "Este mundo, hoy, no se para a reflexionar", lamenta. "Esa es su ingenuidad, más que fallar al medir la repercusión que podía generar su actuación", apunta.
A su juicio, eso es precisamente también "lo trágico", ya que por el éxito del acto "son destruidos: denuncian que no hay ética periodística y su procesamiento así lo demuestra; nos hicieron a los medios una broma perfecta en la que nos cazaron como a chinos".
En cuanto al enfoque de su libro, Soto Ivars explica que "tampoco me interesaba crear un mártir porque las historias con mártires suelen ser fruto de la injusticia, pero esto es peor, es una injusticia producto de un malentendido. Por eso es mucho más absurdo y dramático todo".
Tras afirmar que le gustan las tres dimensiones, recuerda que acordó con Anónimo García "no ser complaciente con esta historia, de la que creo que hemos aprendido que en España hay una hipocresía bestial en la defensa de la libertad de expresión".
También cree que este caso demuestra que "en este sistema judicial no se dirime si algo es verdad o mentira, porque no hay interés en ello, y me ha quedado claro que vivimos en unos tiempos muy literales, muy malos para la ironía".
En este punto, y ante el recurso contra la sentencia interpuesto ante el Tribunal Constitucional, Ivars cree que el alto tribunal "tiene una oportunidad que no ha tenido hasta ahora para marcar dónde está el límite del humor".
A su juicio, "si no tira abajo esta sentencia y la da por buena, a partir de este momento en España ya no se podrá hacer una sátira sobre un caso en el que haya presencia de víctimas que no tenga por objeto a la víctima, porque esa no era la intención de Anónimo García".
El problema cree que radica en que, "mucha gente confunde la risa con la burla y eso es muy grave", algo que atribuye a que no hay tiempo hoy para procesar la información porque los medios somos hoy una diarrea de contenidos y no hay tiempo para la perplejidad ni para pararse a pensar".
Para Soto Ivars, "este proceso de inmediatez ha conducido a que nos creemos las cosas si nos encajan, y si no, ni nos las creemos, aunque sean verdad", ha subrayado.
Cree el autor que si ha habido "revictimización" en este caso, eso puede darse también si se aborda desde el drama, como en la obra teatral estrenada en torno al caso de 'La Manada', a partir del sumario judicial que condenó a los violadores, lo que le lleva a pensar que hay claramente temas que son tabú en este país para el humor".
"El tabú es como una lepra simbólica que contagia a quien lo toca. Y esto es lo que Anónimo hubiera debido tener en cuenta antes de ponerse a parodiar el tratamiento mediático del caso de La Manada, quizás el tema más tabú de los últimos años", manifiesta.
En este punto, preguntado por si en esos temas tabú entraría lo ocurrido en Euskadi con el terrorismo, Soto Ivars considera que el humor se relaciona con el poder, por lo que, "si en la sociedad vasca de los ochenta, la izquierda abertzale hubiera hecho humor riéndose de sus víctimas, lo hubieran hecho desde el poder del terror que ejercían en aquellos años sobre la sociedad".
En su opinión, "el humor hay que hacerlo siempre de abajo a arriba" porque, al contrario, "genera unas cancelaciones bestiales", lo que le lleva a pensar que, "igual el poder no está donde nos están diciendo hoy, sino en quien tiene capacidad para castigar a un humorista, como se hace en redes sociales, que, entre sus efectos nocivos, no suele ayudar a la conviviencia entre diferentes".