Tras el escándalo desatado por estas palabras, ERC emitió un comunicado en el que argumentan que las palabras del político republicano respondían a un “grito histórico de la Guerra de Sucesión contra Felipe V”, de modo que no habría que establecer ninguna relación con el actual monarca español. El propio Tardá ha querido aclarar que “nunca le ha deseado la muerte a nadie”, y que así “lo avala mi larga experiencia política, siempre en el marco de los valores democráticos y de progreso”. Como si la ausencia de ese deseo fuera un mérito añadido a su carrera. También justifican la expresión de Tardá aduciendo que se ha descontextualizado; según los republicanos catalanistas, todos los presentes en el acto entendieron que se trataba de una proclama referida al conflicto de 1714, ya que el diputado estaba repasando algunas proclamas populares de aquella época.
Si las declaraciones de Barroso fueron objeto de la actuación de oficio de la Fiscalía, -de hecho el alcalde portuense ya ha comparecido ante el juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande Marlaska-, parece lógico aventurar que debe esperarse lo mismo respecto a las de Tardá quien, no obstante, ya ha encontrado abogado defensor en la persona del presidente del Congreso de los Diputados, el socialista José Bono. En opinión de Bono, Tardá cometió un “exabrupto” , pero “no es algo que él sienta, piense o desee”, sino que “se le debió escapar” porque “es una persona muy emotiva, muy primaria”. Por su parte, PP y Ciudadanos se preguntan si Tardá ha podido delinquir por incitación a la violencia.
Sea o no, los representantes políticos deberían moderar sus formas, o no serlo.