Entre el final dialogado de ayer y la Eta acorralada de hoy podemos detectar una clara rectificación del Gobierno después del brutal desengaño del 30 de diciembre de 2006 (atentado a la T-4). Pero también la podemos detectar en el PP a la contra de los predicadores del alba y, en general, los defensores de la “derecha sin complejos”, agrupados en torno a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.
El golpe de timón, decidido por Mariano Rajoy tras su encuentro de julio en La Moncloa, consiste en dejar de usar la lucha antiterrorista como elemento de confrontación y creerse al Gobierno cuando asegura que su objetivo es acabar con Eta. Así ha venido ocurriendo durante estos últimos meses de buena sintonía PSOE-PP en la común apología de la eficacia policial, la unidad política y la colaboración francesa. Pero, de repente, ha vuelto a sobrevolar el fantasma de la división entre los dos grandes partidos a escala nacional.
Alguien está haciendo caldo de cerebro con el acercamiento de presos etarras a las cárceles del País Vasco, no negado por el Ministerio del Interior como un elemento más de la política antiterrorista, y la negativa del Gobierno a disolver las corporaciones gobernadas por ANV. En lo uno y lo otro ven los enredadores de guardia indicios de un nuevo proceso negociador con ETA. El único fundamento de semejante sospecha es meramente retórico: la credibilidad herida del Gobierno a la vista de los antecedentes.
“Aunque de cara a la galería se esté aplicando una política distinta a la pasada Legislatura, podría estarse pensando en volver al mal llamado proceso de paz, o sea, en realidad una negociación política con los terroristas”, declaraba a finales de la semana pasada Esperanza Aguirre. Mal hecho.
El diálogo como medio de acabar con Eta acabó enterrado entre los cascotes de la T-4. Sin embargo, estas declaraciones se han cruzado con el empeño oficial del PP en utilizar los atajos para echar a los amigos de Eta de los ayuntamientos vascos. Y eso hizo temer el retorno a la reyerta permanente PSOE-PP en el objetivo común de acabar de una vez por todas con Eta.
Para conjurarlo, Rubalcaba aseguró que “el diálogo es algo del pasado que no se va a repetir”. Debería ser suficiente para que el PP no insista en desmarcarse de la política antiterrorista del Gobierno. Por eso González Pons, portavoz de ese partido, perdió una buena ocasión de callarse cuanto dijo eso de que “me lo tengo que creer, que no es lo mismo que decir que me lo creo”. Volver a las andadas sería lamentable.