Queridos lectores, el problema del espacio que deberían ocupar los jóvenes en la sociedad cubana es una contradicción no resuelta que se agrava por días, porque en la medida en que transcurre el tiempo sin ser comprendido lo impostergable de su solución, en mi criterio será más difícil alcanzar una salida de desarrollo futuro al proceso social cubano. Esto parece no preocuparle a muchos de los que tienen poder de decisión o simplemente posibilidades de acceso para dar a conocer sus opiniones públicamente. Es como si estuvieran en un letargo que les impide ver todo lo que realmente sucede en nuestra sociedad local, en su superficie y en lo más profundo de sus entrañas en donde germinan los fermentos que con el tiempo pasarán a un primer plano.
Por otra parte, algunos se resignan a plantear pasivamente los anuncios sobre las tendencias del galopante envejecimiento en Cuba. Son los signos de un estancamiento que no se podrá poner en movimiento sólo con los llamados a trabajar, al aumento de la disciplina y de la conciencia.
Los jóvenes en general conforman la masa crítica básica en donde deberían fructificar estas convocatorias, pero si de entrada se les dificulta o se les cierran los espacios de autorrealización, libre albedrío y estímulo que les corresponden y necesitan, en cambio para ponerle la tapa al pomo se ubican por algunos dentro de concepto generalizado que lo califica como “vagos” que no quieren trabajar para el Estado, se aumentará una brecha generacional que podría llegar a ser insalvable.
Hace algunos días un joven amigo me envió algunos criterios sobre lo que sucede en la Avenida de los Presidentes en La Habana, la que cada noche, fundamentalmente los fines de semana, es ocupada en su amplio paseo central por los jóvenes que no tienen a donde recrearse porque no pueden pagar los precios que en moneda fuerte cuestan las pocas discotecas disponibles en la capital cubana. Allí realizan sus actividades de música, encuentros, conversaciones o simplemente se pasean desde la calle 23 hasta el mar con el lógico bullicio que todo ello provoca. Los vecinos del lugar protestan porque no ven control ni orden y se sienten afectados, pero en el fondo lo que hay verdaderamente es la falta de espacio y de consideraciones para las necesidades de una juventud que no tiene por qué adaptarse a esquemas y dogmas que además de resultarles extraños, los sitúan cada vez más lejos de los espacios y las oportunidades que a ellos les corresponde. La carencia de futuro en el ejercicio de las profesiones que estudian, la falta de ámbitos en donde expresarse y expansionarse, las casi nulas posibilidades materiales para poder constituir un hogar independiente que les permita casarse y fundar una familia en lo que tampoco ven un estímulo que los impulse a quedarse en su propio país en donde muchas cosas se les cierran, son factores sociales que conspiran seriamente contra el futuro. La solución requiere ir al fondo de las causas y revolucionar las fuerzas productivas que les facilite convertirse en sujetos económicos con una capacidad de autorrealización propia, que además haga verdaderamente posible su acceso a los timones de mando de la sociedad, lo que nunca podría ser sólo la lógica sustitución biológica sino el resultado de un proceso en el que formen parte activa de todo el sistema desde la base hasta la cúspide, dentro de una dinámica gradual que vaya más allá de los movimientos bruscos y extemporáneos. En vez de compulsión, es esto lo primario que requiere la sociedad cubana de hoy. Convertirnos en una sociedad rejuvenecida que mira al futuro con optimismo.