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España

La cumbre del 15 de noviembre

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Aunque el derecho a la libertad de opinión le ampara, en lugar de cuestionar el cambio climático, siguiendo otra de las consignas recibidas de Washington, mejor haría el Sr. Aznar, digo yo, ya que tan adentro suyo lleva el amor por la patria, si se dedicara, por ejemplo, a convencer a su compadre Bush para que no haga la puñeta y España pueda estar presente en esa cumbre prevista para este mes de noviembre en la que se pretende –tonto el que se lo crea– no ya sólo la reforma del sistema financiero internacional, sino, como apuntan algunos, la refundación –¡casi ná!– del capitalismo, como si eso fuera posible. Resulta chocante que sea el tío que más la ha liado en el planeta en los albores de este siglo al que se le haya encargado la organización de tal cita y hasta se le haya otorgado la potestad de decidir quién asiste. Así nos va. El señorito se ha empeñado en joder a ZP, y todo por el berrinche que pilló, y aún le dura, desde la retirada de las tropas españolas de Irak, cuando lo que debería hacer como presidente de EEUU ya en funciones es irse a su rancho de Tejas, estarse calladito y dejar que otros arreglen el desaguisado. Que en 8 años ciñendo la corona del imperio, y, eso sí, a cambio de extender sus dominios, ha contribuido más que ningún otro predecesor suyo a poner patas arriba el mundo. Pero creo yo que sería mucho esperar del anterior jefe del gobierno español un gesto tan generoso como el del que hablamos. Todo lo contrario, conociendo cómo las gasta, es más que presumible que el insigne fundador del PP haga todo lo contrario y hasta utilice su influencia sobre el todavía inquilino de la Casa Blanca para que con España no se cuente, a menos que la presión le pueda y eso le obligue a interceder ante el amigacho norteamericano para no quedar en evidencia. Y es que, señores, sin acritud lo afirmo, la pésima labor como embajador de este país que ha realizado hasta ahora quien presidió el consejo de ministros del reino entre 1996 y 2004, desde que abandonó La Moncloa, tampoco anima a pensar en otra cosa. Menos mal que a Rajoy le ha dado por defender un discurso distinto, más que “un convendría” en relación al asunto, no sin colar, claro, uno o dos pildoracillos contra ya saben quién, que, si bien por muy poco culpable del cataclismo económico global que sufrimos no será, merecedor de la antipatía de los yanquis ultrarepublicanos, no lo duden, sí que lo es.

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