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España

Todo cambia, todo sigue igual

Pedro Sánchez ha fracasado en su intento de lograr una victoria más contundente que le legitimara para gobernar en solitario y el PSOE ha errado y mucho

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El resultado electoral de esta noche complica el tablero político y aleja la posibilidad de un desbloqueo a corto plazo, a no ser que los principales partidos apuesten por combinaciones que no se han planteado hasta este momento.

Porque todo ha cambiado. Pero todo sigue igual. O peor.

En esta jornada en la que persisten las sumas imposibles, sólo hay un claro triunfador: Vox. Porque a nadie más le ha salido la noche como esperaba.

Para empezar, Pedro Sánchez ha fracasado en su intento de lograr una victoria más contundente que le legitimara para gobernar en solitario y el PSOE ha errado y mucho, en sus cálculos. 

El discurso de la moderación y la estabilidad de Sánchez no le ha dado más apoyos. Al contrario, porque ha perdido casi 800.000 votos y se queda con tres escaños menos.

Además, como en abril, el bloque de la izquierda no tiene diputados suficientes para investir a Sánchez si no busca el apoyo del PNV y del independentismo catalán. Al menos, dentro de dicho independentismo, de ERC.

Ni siquiera los ínfimos diez escaños de Ciudadanos -sumido en su mayor debacle y con un congreso ya en el horizonte que podría relevar a Albert Rivera- serían suficientes para ayudar a Sánchez.

Y si estrepitosa ha sido la caída del partido de Rivera -mayor incluso que la que le auguraban las encuestas-, muy acusado ha sido también el ascenso de Vox.

El partido de Santiago Abascal se coloca como el tercero en el Congreso con 52 escaños, más del doble que en abril. Y además ha cambiado el mapa político, al convertirse en primera fuerza en territorios como Murcia o Ceuta.

Vox no solo logra así mucho más poder en la Cámara Baja -y mucho más dinero para funcionar-. Al tener más de cincuenta diputados podrá, por ejemplo, presentar una moción de censura o un recurso ante el Tribunal Constitucional.

El gran ascenso de la extrema derecha ha provocado que la noche electoral de Pablo Casado sea agridulce. Porque el Partido Popular deja atrás la histórica caída de abril, pero no llega al tan deseado umbral de los cien diputados y queda aún lejos de los socialistas.

Y si en abril Casado sentía el aliento de Ciudadanos, que se le acercaba peligrosamente, ahora, pese a lograr veintiún diputados más que en abril y colocarse con 87, tiene tras de sí a Vox.

Por eso, con Vox en pleno ascenso, resulta difícil pensar que Casado hiciese ahora el sacrificio de permitir gobernar a Sánchez para evitar unos terceros comicios.

Quien no tiene nada que celebrar es Pablo Iglesias. Unidas Podemos ha perdido siete escaños y el partido y sus confluencias se quedan con 35 diputados. 

En el Congreso se encontrará con Íñigo Errejón, antes compañero y ahora rival que sólo logra tres escaños y se queda lejos de conseguir grupo parlamentario. Como lejos se queda de ser una fuerza decisiva para la gobernabilidad. 

¿Y dónde queda Cataluña en todo esto? Veintisiete días después de la sentencia del procés, ERC sigue siendo la primera fuerza pero ha perdido dos escaños, mientras JxCat gana uno y entra en el Congreso la CUP, lo que demuestra que también en este caso la moderación ha perdido apoyos.

Así que con este hemiciclo de diecinueve siglas -seis más que en abril- parece imposible intentar una investidura. 

Pero eso es obligación de los partidos. Porque los votantes, que contra todo pronóstico han vuelto a las urnas en masa, ya han cumplido con la suya. Otra vez.

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