A los más jóvenes "les cuesta menos" la idea de que tienen que rehacer el camino, pero los mayores "ya lo viven como el final"
La vida, dicen, siempre da una nueva oportunidad cuando todo parece perdido, pero a determinada edad reiniciar, empezar de cero, se hace muy cuesta arriba.
Y eso parece estar sucediendo con las personas mayores cuyas casas, pertenencias, recuerdos; en definitiva, toda una vida, ha engullido el volcán de La Palma.
A los más jóvenes "les cuesta menos" la idea de que tienen que rehacer el camino, pero los mayores "ya lo viven como el final", señala a Efe Susana Díaz, psicóloga y técnico del Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, que estos días intenta consolar y ayudar a asimilar lo sucedido a las personas desalojadas en este municipio.
Apunta que la mayoría de las viviendas afectadas por el avance de la lava son de autoconstrucción y propiedad de personas mayores que piensan que ya no les dará tiempo de reconstruirlas, sin saber tampoco dónde.
Al igual que Díaz, otros psicólogos atienden a gente que llega desesperada al pabellón Severo Rodríguez, convertido también en un improvisado centro de almacenamiento de donaciones de enseres, ropa y comida para los damnificados.
"Estamos desbordados", exclama Díaz, no solo por el volumen de trabajo sino también por la solidaridad ciudadana.
"Es impactante" ver la cantidad de personas que pasan por el pabellón, cuyas gradas están repletas de productos de primera necesidad, según ha podido constatar Efe.
También lo es la cantidad de personas que acuden allí por necesidad, que "lo han perdido todo" y cuya situación es "angustiosa", relata la psicóloga y técnico municipal.
"Muchos acuden con la incertidumbre de si la lava alcanzará sus propiedades", pero son mayoría los que "han perdido sus viviendas, sus enseres y su vida".
"Están en estado de shock. No se creen lo que ha pasado", añade Susana Díaz.
Quienes los atienden y, sobre todo, escuchan, tratan de transmitirles la tranquilidad de que van a tener apoyo institucional, "ayudas para comenzar". El mensaje cala más entre los jóvenes, no tanto entre los mayores.
Esta psicóloga también apunta que muchas personas que han sido evacuadas no se separan ni un instante de sus mascotas.
De hecho, un matrimonio mayor con las miradas perdidas es testigo de esta conversación. Están acompañados de un perro golden terrier que parece consolar a sus dueños.
Díaz lo ve lógico, pues en muchos casos es la mascota lo único que han podido conservar de sus vidas, y anota que se están dando casos de personas que prefieren pasar la noche en su coche por si en los puntos de acogida no permiten tener animales.
El trajín en el pabellón Severo Rodríguez es incesante.
Un grupo de voluntarios, mayoritariamente chicos jóvenes, clasifica la ropa, zapatos y productos de higiene donados, que los afectados por el volcán tienen a su disposición sin ningún tipo de límite.
Estas necesidades están cubiertas y lo que más urge en estos momentos son alimentos.
El centro de acogida habilitado en el pabellón permanecerá abierto durante el tiempo que sea necesario para atender a personas como un joven que apenas puede articular palabra. Solo atina a decir: "Lo he perdido todo".