Ya ha estallado la precampaña. Es evidente. Los políticos malagueños se afanan en agradar en Instagram, en Twitter y en Facebook y todos presumen ya de sus cameos en los carnavales o se unen a la gloria cajista tras la consecución de una más que merecida Copa del Rey de baloncesto para los nuestros. Hemos visto dirigentes disfrazados en el Cervantes y en la calle y ahora podemos adivinar lo que viene: la competición de ver quién da más toques de campana en la inminente Semana Santa. Y ya hay una cartera de temas que copan los titulares: la vivienda, las torres que pueblan la ciudad y las que vendrán, la gentrificación y las consecuencias del turismo, el crecimiento de la ciudad tecnológica y temas de diverso cariz social. En cuanto a macroproyectos, se habla del plan litoral para soterrar el frente marítimo de la ciudad entre Muelle Heredia y el Miramar, así como de nuevos rascacielos, pero a nadie he escuchado, hasta ahora, hablar del Guadalmedina. Ya saben que el río que ya no lo es se ha convertido en toda una cicatriz hídrica cuya mera existencia es retratada una y otra vez en reportajes de distinto signo desde hace décadas. Desde la intervención de Pedro Aparicio en el río, nadie se ha atrevido a meterle mano al Guadalmedina, no sólo porque la solución es compleja, sino también porque es tanto el dinero que se necesita para resolver el asunto que pocos saben cómo se puede financiar una obra de esta envergadura: hay propuestas para renaturalizar el río por parte de los ecologistas, la propuesta del Ayuntamiento, que acoge con buen talante la Junta, es disponer varios puentes plazas que sirvan como núcleos de encuentro ciudadano entre las dos orillas de la ciudad, soterrar al tráfico las vías aledañas y, aguas arriba, renaturalizar las riberas. Antes, se abogaba por embovedar el río y se habló, incluso, de desviarlo, como ocurrió con el Turia en Valencia. Sea como fuere, y sin ser quien les habla experto en nada, urge encontrar una solución y meterle mano a este gigantesco problema de la ciudad, sobre todo porque muchos turistas en lo primero que se fijan es en ese cauce feúcho y destartalado que separa en dos mitades la Ciudad del Paraíso. Yo siempre he sido partidario de renaturalizarlo, pero doctores tiene la iglesia. Habría que ponerse ya manos a la obra, pero a veces lo necesario parece imposible.
Fuego amigo
Lo necesario y lo imposible en el Guadalmedina
Ya saben que el río que ya no lo es se ha convertido en toda una cicatriz hídrica cuya mera existencia es retratada una y otra vez en reportajes
Fuego amigo
En mis columnas hablo de la Málaga que fue, de la que es y, a veces, de la que será
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