Apareció en televisión con el silencio de lo extraordinario, el segundo interminable de una sorpresa anunciada, con su imagen donde siempre, en el teatro, el espacio donde ha dado vida a las vidas nacidas en un guión, donde ha ido cumpliendo funciones en vez de años. Deslumbrada por su mirada, la sala quedó en penumbra al ser enfocada por la cámara. Cómo brillaban sus ojos, tan vivos y tan tiernos, tan emocionados por estar en una butaca, viendo a los galardonados, esperando el momento de subir para recoger el reconocimiento a su trayectoria, el Max de honor.
La organización se supera cada vez, pero este año ha sido especial. Hacía mucho que no veíamos a Nuria Espert y nos ilusionó el galardón, su vuelta a la televisión durante un par de horas, verla disfrutar por el reconocimiento a los otros, oír su perfecta dicción, sentir su serenidad, dejarnos ensartar por su mirada y saber que sigue siendo Doña Rosita, Medea, Salomé y muchas otras mujeres que conocimos no tanto sobre las tablas, pero sí por los inolvidables Estudio 1.
Aquellos programas eran como un milagro, porque la salita de casa era el teatro donde disfrutar de un estreno. No se hablaba de cámaras ni de plató, era la obra y los actores interpretándola para nosotros, apareciendo al mismo tiempo en todas las salitas con tele, regalándonos momentos de la vida que otros inventaron. Los espectadores deseábamos la llegada de la noche de su emisión para cenar algo más temprano y disfrutar de la función en blanco y negro.
Somos muchos, quizás todos, quienes admiramos a Nuria Espert y tuvimos oportunidad de reafirmarnos en esta particular adoración al verla en nuestro Teatro de Las Cortes, interpretando La Brisa de la Vida junto a Amparo Rivelles y un resfriado horrible que no pudo con el trabajo y la profesionalidad de dos actrices respetándose, bordando sus papeles sin competir, dándolo todo como en cada función representada. Una noche inolvidable, como lo fue la de su reconocimiento con el Max de honor.
Volverla a ver ha sido recordar lo visto, lo leído, lo escuchado, vivirla otra vez en la televisión, dejándonos mirar con su fuerza de siempre y comprobar que los años no han nublado la magia que despliega, que asume el paso del tiempo con la serenidad de la experiencia y la naturalidad de la sencillez, que es un privilegio haber sido testigos de sus logros, de sus trabajos y poder rescatarlos, anotando su nombre en el buscador y deleitarnos con sus gestos tan reveladores como su voz y el movimiento de su cuerpo, para desaparecer de nuevo y seguir siendo eterna.