Hace unos días el concurso
Saber y Ganar quiso rendir su particular homenaje a una actriz que hoy llamaríamos icónica, dedicando una de sus preguntas a Teresa Gimpera, fallecida hacia el final de julio pasado. Las niñas de los sesenta la conocimos en los anuncios. En esos segundos nos dimos cuenta de la forma en que destacaba, de hecho, fue la chica
Vim, nombre del limpiador más usado de la época. Luego condujo el programa
Revistero hasta que el cine la abrazó.
Fuimos creciendo con ella, admirando un estrellato sin ruido, apreciando la normalidad de cumplir años, siguiendo sus pasos por la televisión cuando estrenaba una película, echándola de menos al retirarse temporalmente para fundar su agencia de modelos. Durante este paréntesis participó en una sesión fotográfica mostrando su cuerpo de abuela sereno y sabio, aparentando menos de los sesenta y cinco años que figuraban al pie de un cuerpo natural, desnudo lo suficiente como para no parecer vulgar. Teresa Gimpera, delicada y elegante, engrandeció aquel instante en blanco y negro, haciéndolo sublime. El fin de la exposición, el mensaje del artista fue expresar el robo de un decenio al ciclo biológico por obra y gracia de los retrasos en los fenómenos degenerativos, un avance importante de la ciencia.
Teresa siguió trabajando, rodando películas de manera puntual, demostrando un talento reconocido por el mundo del arte. Tenía poco más de veinte años cuando las niñas de entonces empezamos a apreciar la diferencia, la distinción y el buen gusto con que la RAE define la elegancia. No obstante, ella fue la primera modelo que se asomó a la televisión y, en consecuencia, el primer icono de la historia, el rostro de la década sesentera convertido en símbolo de pervivencia.
Conocida como musa publicitaria, la naturalidad caracterizaba su forma de presentar el producto, ya fueran calcetines, lavavajillas, cortinas, pinturas para las paredes o perlas, cualquier artículo era una compra segura. Los años fueron pasando con las patas de gallo, las arrugas y la pérdida lógica de la visión. Su personalidad valiente y abierta no dudó en colocarse unas gafas, haciendo de ellas un complemento indispensable, atractivo y moderno del que fue modelo mucho tiempo.
Teresa Gimpera, a pesar de su marcha, es el rostro sereno de la mujer libre metida en la piel de la secretaria solidaria, de la esposa fiel que con paciencia calma el genio de su marido, de la novia que decide cortar una relación y tantas mujeres que la hacen inolvidable por su talento y elegancia. Descanse en paz.