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Huelva

El primer conserje del Barrio Obrero

María del Carmen Villadóniga, vecina de San Juan, nos cuenta la historia de su abuelo con motivo de la reciente inauguración de un bar en la antigua casa del guarda

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  • Los guardas del Barrio Obrero -

¡Hola!, me llamo María del Carmen Villadóniga Pérez, y soy nieta del conserje que estrenó la casa del guarda del Barrio Reina Victoria (Barrio Obrero para todos). Haré un poco de historia de aquel caballero, porque lo era, para que todos le conozcan mejor.

Se llamaba José Villadóniga López, y venía de familia de pescadores, según nos comentaba a sus nietos. He visto fotografías muy antiguas de su familia coruñesa trabajando en telares de redes y rodeados de detalles marineros, siendo ese su arraigo.

Desconozco con exactitud su fecha de nacimiento, datándose, eso sí,  en los comienzos del último tercio del siglo XIX, siendo motivo de comentarios por toda nuestra amplia familia.

Quizás a mi abuelo no le gustó aquella vida tan dura de la mar, y emigró a Cuba con poco más de diecisiete años. Se enroló en las milicias españolas que, en aquellos momentos, se encontraba luchando contra las revueltas cubanas, llegando a ser sargento.

Del conflicto cubano pasó automáticamente a la Guardia Civil ya en España. Era realmente atractivo mi abuelo vistiendo el traje de gala y montado a lomos de su caballo. Precisamente, en los almanaques que repartieron por los cuarteles de la guardia civil este año pasado desde la Comandancia de Huelva, descubrí a mi abuelo. La imagen está fechada en Riotinto en el año 1914, época de grandes convulsiones en mundo minero.

Visitó varios puestos y, en uno de ellos, conoció a mi abuela, Carmen Real Núñez, en la bella ciudad gaditana. Mi abuela era graciosa, pequeñita y muy rubia. Trilliza de dos hermanos, un tenor que emigró a América y otro pintor bastante bueno, destacó por su simpatía allá por donde iba.

Se casaron y tuvieron once hijos. Algunos de ellos se malograron, quedando siete hermanos solamente. Estuvieron destinados un tiempo en el Coto de Doñana, viviendo en el acuartelamiento que existía junto al Palacio Real y su cometido era la seguridad del monarca y séquito cuando descansaban allí durante la época estival.

Mi padre, que fue uno de los más jóvenes, nació precisamente en este idílico lugar, siendo apuntado y bautizado en Sanlúcar de Barrameda.

Siendo ya un poco mayor, y con hijas casaderas, se instaló en Riotinto, en la “Mina Abajo”, zona hoy desaparecida. Allí se retiró y pasó a vivir con toda su prole al “Valle”, un precioso pueblo minero unido con la mina, “Alto Mesa”. Los ingleses en aquel tiempo explotaban las minas con gran fuerza, me imagino que Bellavista, el barrio inglés por excelencia, estaría en todo su esplendor.

Los ingleses tenían en gran estima a mi abuelo, y lo hicieron guarda de las casas del “Valle”. Allí no existía la propiedad particular, sino que todo era propiedad de la compañía inglesa que explotaba la zona.

Poco después decidieron extenderse a Huelva y crearon los famosos Talleres de Riotinto, pero ello traía consigo la necesidad de tener viviendas para sus empleados. Este fue el detonante del nacimiento del Barrio Obrero a lo largo de la década de los veinte.

Todo iba muy bien, pero hacía falta un conserje, ya que la zona era de propiedad inglesa en su totalidad, y así lo atestiguaban las casas y el acordonamiento perimetral que existía, con grandes cancelas flanqueantes que te decían “No entres que no es español”, en referencia al espacio ocupado por el barrio en cuestión.

Los ingleses llamaron a mi abuelo y le ofrecieron el puesto de conserje. Aceptó inmediatamente, pues sus hijos iban creciendo y necesitando otros espacios más amplios, tanto para el estudio como de formación. Por aquellos entonces dos de mis tías mayores ya estaban casadas. Pilar se casó con un minero de Riotinto y Amalia con un guardia civil que conoció precisamente en el último destino en activo de mi abuelo.

Toda la familia se traslado a Huelva. Acondicionaron la casa del guarda, y el mismo rey Alfonso XIII le entregó las llaves del barrio a mi abuelo, según me cuentan mis familiares más longevos, en un acto que estará seguramente recogido en archivos y fuentes documentales de la época.

El barrio se llamó y se llama “Reina Victoria”. Durante algunos años su nombre estuvo cubierto, pero en la actualidad luce con todo su esplendor, esperemos que siempre sea así.

El catorce de febrero de este año, “Día de los Enamorados”, se inauguró en la querida casa del guarda un bar que lleva este mismo nombre. Está muy bonita y con un acondicionamiento realmente lindo, pero a mí me causó gran tristeza cuando la vi, pues mi mente no estaba en ese momento sino en otros pasados, donde veía a mis abuelos rodeados de niños y de los problemas propios que se vivían en aquellos tiempos.

Bueno, ya termino, no sin decir antes que tanto mis hermanos como yo nacimos en ese precioso barrio, ya que mi madre también residía allí. Su padre, o sea, mi abuelo materno, era uno de los encargados de esos talleres de Riotinto en Huelva, hoy ya en ruinas.

Desde estas letras le dedico a Valeria, la actual dueña de la casa de los abuelos, que todo le vaya muy bien, pero quiero que conozca los comienzos de todo para que la historia quede completa, una historia llena de recuerdos, pero ante todo, sentimientos.

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