Al pie de la imagen de Pirfo no se puede decir tanto ni definir mejor al homenajeado en tan poco espacio ni con tan pocas palabras tamaño sentido de elogio, deferencia y reconocimiento sinceros. Y, que, por otra parte, visten de señorío y categoría personal y humana a los entonces propietarios de la plaza de La Merced, Óscar Polo y Carlos Pereda, y a su vez a toda la afición de Huelva.
“La Plaza de toros de la Merced a
José Leandro ‘Pirfo’
Maestro del toreo, maestro de la vida.
Y asesor taurino para siempre de esta Plaza” 2005.
Como en la plaza, Pepe era presto, inteligente y atento en la vida. Sumaba a todo esto un gracejo particular, sin igual, con el que departía y bromeaba amablemente con sus amigos en las calles en La Placeta, en la entonces calle Marina, ahora Jesús Nazareno, donde era un tertuliano fijo en tantas mañanas. Tenía el don de saber cuándo hablar, cuándo callar y el de saber escuchar. Aunque, aún más importante, tenía la facilidad de saber qué decir siempre según quién fuera su contertulio y las circunstancias e intenciones que éste tuviera en su conversación. Tanto es así que quienes lo saludaban, lo hacían con educada atención y riguroso silencio por la sabiduría de sus palabras que sabía maridar con frases sentenciosas y elocuentes silencios, gestos y ademanes.
Y es que Pirfo toreó en las plazas de toros más importantes del mundo. En América. En Francia. Y naturalmente en España, donde trenzó el paseíllo en las ferias y las plazas más importantes del país. En casi 300 veces sus pisadas de paso firme y garbosa pinturería dibujaron su impronta honda y profunda en Barcelona. Para dicha suya, de la afición de Huelva y de los que amamos la Fiesta, este récord será eterno y para siempre; sin embargo, para desdicha de su Plaza Monumental, de la afición catalana y los toreros de Barcelona, esta marca no podrá ser batida, desgraciadamente, casi nunca.
Pirfo toreó con los mejores en la mejor época del toreo. Para muestra un detalle en forma de alineación de los figurones del toreo de aquellos años. Bienvenida, El Viti, Palomo, El Cordobés, Camino, Ordoñez, Mondeño, ‘Miguelín’, Dominguín, Fermín Rivera, Arruza, Aparicio, Litri, Chamaco, Puerta, Paula y tantos otros y tan buenos como los nombrados.
En su dilatada trayectoria cosechó trofeos y premios de suma importancia y enorme relevancia. El mayor, en Madrid, en San Isidro. En la plaza más importante del mundo, con casi 300 banderilleros y alrededor de 3.000 pares de banderillas durante el ciclo venteño, su par de rehiletes fue elegido el mejor de todos.
Como dato para la memoria colectiva, la del aficionado y para honra de Huelva a su torero está la alternativa por vez primera de un subalterno, rubricada por la maestría de Cantimplas, ilustre banderillero de Manolete. Una tarde muy especial, la misma tarde de la alternativa de Chamaco en Barcelona, apadrinado por Litri y con Antonio Ordoñez de testigo.
Ha pasado un siglo, cien años, pero Pepe sigue dibujando paseíllos por su calle en Pescadería junto al Muelle del Tinto, por la Avenida de Alemania en su desembocadura con el coso de La Vega, por su calle San Sebastián, por su Miguel Redondo que lo vio nacer, y en las distintas calles de Huelva donde siempre había momentos para estar con sus amigos. Pero, sobre todo, está siempre presente en el callejón de los elegidos de su Plaza de toros de Huelva, en el corazón y en la memoria de todos los que lo conocieron, quisieron y admiraron con sentido amor y respeto.
En su recuerdo, su sentir más orgulloso y más veces repetido en sus labios y su memoria.
“¡Viva la alegría que tengo!
¡Y viva esa Virgen de la Cinta que nunca nos desampara!”
Eternamente siempre. Vivo en el recuerdo, en sus calles y en su Plaza.
Abuelo, pondré todo mi empeño en seguir tu huella, esa huella que tú has dejado en mí.