Viento fresco al año que se nos va. Una sombra en el tiempo que bien merecería, a secas, amplísimas dosis de olvido, en cuanto desprecio, si no fuera por la larga lista de víctimas que quedaron en la cuneta durante este 2013, que aún hoy amanece pese a que fenece mañana mismo entre el descorche de malas viejas y buenas nuevas, entre rebeldías autocensuradas por las circunstancias actuales del mercado laboral y revoluciones pendientes que se alimentan del río revuelto de la crisis para intentar sacar rédito electoral de la antipolítica. Solo cabe fiarse, así, del instinto para distinguir entre miserables morales y simples mercaderes. 2014, no se pierda de vista, nos traerá unas elecciones europeas considerablemente desdeñables por el común de la ciudadanía que identifica a la Unión Europea, al Parlamento de Estrasburgo o al Banco Central Europeo como el origen de sus males; y, justo a continuación, unos mundiales de fútbol en Brasil que insuflarán ánimos patrióticos a la alicaída masa asalariada –o subsidiada- de rojigualdas, levantatronos y ondeabanderas vocacionales. Ya ven, siempre cabe la esperanza en un mañana mejor.
Sevilla, en plena pascua, comunica. Los cambios que restan, 2, en la estructura periférica de la Junta en Jaén agotan su preludio entre la impaciencia de los interesados. Cuando se filtraron los nombres de Ángeles Férriz y Julio Millán para ocupar los despachos que vienen regentando desde la más inquietante de las interinidades Puri Gálvez e Irene Sabalete, las fuentes autorizadas daban por cierta la inmediatez de los nombramientos. Error. Por más que el tiempo cicatrice las heridas, el susanismo y el reyismo no son todavía la misma cosa. Las designaciones de Víboras y Micaela constituyeron síntoma inequívoco del nuevo tiempo establecido entre Sevilla y Jaén, pero cada hora, cada suspiro, cada consejo de gobierno que se sucede sin consumar el cambio de cromos es un signo de interrogación prendido de la azotea de Hurtado, 6: ropa interior tendida a la vista de todos demasiados días, que no termina de secarse. Urge pedirle a los Reyes una secadora para aprender, de una vez por todas, a lavar los trapos dentro.
El tema tiene su enjundia. Primero y principal, porque la designación de Julio Millán supone, a bote pronto, un revés para Rafael Valdivielso en su carrera hacia la nominación a la alcaldía. El pleno del pasado viernes aprobó, con los votos favorables del PP gobernante y el rechazo de PSOE e IU, la propuesta de nuevo PGOU para la ciudad de Jaén. Con 7.000 viviendas vacías, proyectar la construcción de otras 10.000 parece una boutade, una insensatez, aduce la oposición, mientras el alcalde Fernández de Moya calificó de surrealista el voto negativo de socialistas y comunistas al entender vital para reforzar la capitalidad de Jaén las infraestructuras y las inversiones que posibilitaría la entrada en vigor del plan. La primera batalla en esta previsible batalla, larga y tendida, tendrá que darla la Junta en su primera respuesta formal al texto remitido por el Ayuntamiento tras la aprobación plenaria. Y esa contestación bien podría ser el estreno como delegado de Julio Millán: el candidato a la alcaldía que siempre tuvo en mente, desde hace dos años y medio al menos, Paco Reyes. José Enrique vs. Julio. Premonitorio.
Entretanto, Fernández Palomino y Shaw escenifican en el Bulevar, con un garaje de juguete, el sainete de la promesa del PP de un aparcamiento para la expansiva zona norte, y el concejal de Epassa, Juan José Jódar, camino de quedarse sin competencias ante el proceso iniciado de privatización de la gestión de los parkings públicos más rentables de la ciudad, en el más puro estilo De Moya –“la mejor defensa es un buen ataque”-, arremete contra el SOE sacando a relucir los 900.000 euros que supuestamente se desviaron, extraviaron, de su fin original, vía Plan E zapateril, en el anterior mandato: el proyectado aparcamiento en el Hípico. Dices tú de aparcamientos…
La sesión plenaria del viernes formalizó la devolución de las Termas de Jabalcuz al Gobierno andaluz. El nuevo ordenamiento urbanístico de la capital no tiene plan para él. Un sitio histórico, un centro termal urbano a tres minutos de la Catedral, al que las apreturas financieras consistoriales condenan a la ominosa degradación. Harían bien los Amigos de la Catedral en inventarse otra pulserita añil que simbolizara nuestra relativa preocupación por una iniciativa bucólico-recreativa dieciochesca, conjuntamente abrigada por Ayuntamiento y Cabildo catedralicio, que va camino de convertirse en una de nuestras acostumbradas ruinas colectivas, cuyo entierro –a la postre- no querrá pagar nadie.