Hace cuatro meses decidió no morirse y su tiempo lo dedica a escribir, que es lo que le apasiona y divierte. Ya lo hacía de pequeño, cuando descubrió su vocación literaria, y ahora, a sus 78 años, después de tener en su haber 16 libros, puede presumir de ser uno de los autores jienenses con mayor solvencia literaria y conciencia social.
Alfonso Fernández Malo (Torreperogil, 1939), acaba de publicar ‘La risa del último’, la segunda novela de una trilogía urbana, que ha sido presentada en la XXXII Feria del Libro de Jaén. La primera fue ‘Que llora mientras cantas’ (Editorial Maolí, 2014) y en esta ocasión ha optado por la autoedición y así lo hará con la tercera.
En esta novela, el escritor comparte sus recuerdos de Sevilla, donde marchó en 1949 y permaneció hasta 1977, cuando volvió a Jaén. “Escribir me sirve para encontrarme conmigo mismo”, dice un autor que está recuperando la Sevilla en la que vivió durante 29 años y en la que, a pesar de ser agnóstico, se hizo religiosamente bético. “Cuando vivía en Sevilla tenía nostalgia de Jaén, pero al vivir en Jaén no tengo nostalgia de Sevilla porque Sevilla es algo que no pueden ser las demás”, dice.
La novela cuenta tres historias: la de una familia falangista, otra socialista y una que entremezcla ambas; ofreciendo una dimensión de una Sevilla “conocida y desconocida”; y una segunda parte autobiográfica. Fernández reconoce que “el que gana es el que ríe, pero la sonrisa del último no ha llegado porque esto aún no ha terminado”.
Lo dice alguién que participó activamente de la política, hijo del diputado Alfonso Fernández Torres, considerado el padre del socialismo andaluz. El escritor luchó de forma incansable por la libertad en tiempos muy duros. Fue él quien afilió a las Juventudes Socialistas a Felipe González, Alfonso Guerra y Manuel Chaves, entre otros, cuando eran estudiantes de Derecho en Sevilla.
Ha escrito cinco novelas, dos libros de poesía, dos libros de cuentos, un libro de paseo y seis antologías, pero también ha ejercido como abogado. “Siempre he tenido el sentimiento de vivir en una sociedad profundamente injusta. Toda mi Literatura procura, desde la belleza, describir un mundo que cree conciencia para que la sociedad sea más justa”, reconoce Alfonso Fernández. Lo daría “todo” para que la sociedad “fuera más justa” y aclara que “nunca” ha tratado de confundir la Literatura con un panfleto. “Con la Literatura no se puede hacer política. Se señalan los problemas que los políticos tienen que solucionar. Si no lo tienes claro, caes en una Literatura barriobajera”, afirma.
Pero él lo tiene más que claro y para su tercera novela de la trilogía urbana busca el vehículo que le guíe a escribirla “sin caer en venganzas ni favoritismos”, ya que su propósito es entrar en terrenos difíciles, fruto de sus vivencias personales en la época de la Transición.
No decidió ser abogado, sino que lo fue “a la fuerza” porque su verdadera vocación, además de la de escribir, era la veterinaria. Ha ejercido la profesión como “un abogado de conciencia” y reconoce que le ha servido y enriquecido como escritor. “Escribir me ha hecho sentir la necesidad de leer y he leído mucho para ser menos analfabeto que la mayoría de los abogados. He tenido más capacidad de comprensión, de análisis y de exposición. La Abogacía me ha aportado la capacidad de mi organización mental a la hora de escribir”, puntualiza.
La pluma de Alfonso Fernández es reconocida por su capacidad de descripción, que es su fuerte; y su gusto por recrearse, lo que provoca cierto lirismo en un autor que escribe lento, corrige poco y aún mantiene la máquina que dio los primeros párrafos de su primera novela corta que lo descubrió como escritor.