Puigdemont usó la fórmula eslovena de proclamar la independencia para “ipso facto” suspenderla y ofrecer diálogo con supervisión internacional
El presidente de la Generalitat atendió los consejos de la UE de que no diera ningún paso irreversible y por eso empleó la fórmula eslovena: proclamar la independencia, o más bien el derecho a la independencia, de Cataluña para, “ipso facto”, trasladarle al Parlament la petición, y también la responsabilidad, de que la dejara en suspenso para así abrir un diálogo con el Gobierno de España. Su discurso se basó en una falsificación de la historia y en la perversión del derecho. Cataluña no se puede equiparar a Escocia. Esta fue un reino independiente que decidió libremente unirse a Inglaterra y Gales para formar el Reino Unido. Cataluña fue sólo una parte del Reino de Aragón y por tanto se integró con el mismo en la España unida hace 500 años. Puigdemont pide que se respete el resultado de un referéndum ilegal, fruto de unas normas impuestas ilegalmente, sin validez alguna conforme al principio jurídico de la raíz podrida: si está podrida la raíz, lo está todo el árbol normativo levantado por el independentismo. Puigdemont, con su pirueta independentista en suspenso como una espada de Damocles sobre España, pretende internacionalizar el conflicto con la intervención de la UE y que se trate a Cataluña como un estado de facto, equiparable al español. Es una nueva trampa saducea para aparecer como el dialogante y que sea el Gobierno de España el que, si dice no, parezca el intransigente.