Por ello, el PSOE sale en defensa “de nuestro compañero y amigo Antonio Ruiz Giménez tras las últimas palabras vertidas con animadversión por Juan Andrés Gil hacia su persona; especialmente cuando se vilipendia sin argumentos a quien no es merecedor de ello por haber dado muestras constantes del buen hacer en su trayectoria política”. Por ello hemos derivado y puesto en manos del servicio jurídico del PSOE esas acusaciones, y puede que pronto el que injuria con tanta frivolidad véase como inculpado”.
A juicio de los socialistas, “no se puede injuriar y calumniar cuando venga en gana intentando constantemente que se imponga la falsedad”. Para los socialistas, “hace falta tener principios, sentido común y no precipitarse en las palabras que se dicen, porque al final el tiempo siempre saca todo a flote. Tan sólo hace falta un segundo para popularizar una mentira y convertirla en noticia, y hacer de esa información la mas sucia de las propagandas, eso es fácil”.
Para el PSOE “no es comprensible esa necesidad obsesiva y enfermiza de muchos de hablar cuando no se tiene nada que decir; de disfrazar los discursos de palabrería. Ernest Hemingway” ya advirtió que “Tan solo se necesitan dos años para aprender a hablar y 60 para aprender a callarse”. Pero los ciudadanos “siguen teniendo muestras constantes del cinismo de algunos, quienes por tan sólo su afán ególatra, continúan sin pudor en la práctica diaria del insulto y la descalificación fácil, con el único propósito y afán de eliminar al púgil contrario y poder plantar sus posaderas en el otro banquillo”.
Actitudes antidemocráticas
Estos “personajillos se presentan disfrazados de salvaguardias, benefactores, sabios, conocedores y porteadores de soluciones veloces para todos y para todo, sintiéndose ser indispensables, cuando todos somos prescindibles. Un disfraz que tan solo les cubre la enorme falta de principios”.
Al final, “todas esas actitudes antidemócratas de rivalidad, odio, insulto, etc. acaban destruyendo, dañando y desvirtuando la democracia”. Estos “personajillos terminan cansando, aburriendo, importunando, hastiando, conduciendo al descrédito y a la desconfianza hacia la clase política; y los ciudadanos comienzan, como se lleva tiempo observando, a alejarse de su soberana responsabilidad de participar en la elección de sus gobernantes”.