En casa de Davinia prefieren no recordar
la angustia y la preocupación con la que vivieron día y noche los 41 días que estuvieron sin saber el paradero de Denys, el
niño ucraniano de 12 años que acogen desde hace tres años en las vacaciones de verano y
Navidad. Cuando estalló el conflicto a finales de febrero perdieron el contacto con él. En ese tiempo, además de rezar por el pequeño, participaron activamente en las campañas de la ONG Infancia de Nad, con la que se convirtieron en padres de acogida junto a otro centenar de familias españolas, para recaudar dinero y enviar ayuda humanitaria.
Lo único que sabían de su niño, uno más en casa, es que estaba escondido en un sótano con más familias de su zona, pero nadie les garantizaban que tuvieran para comer. No iba desencaminada su madre de acogida, que no podía evitar emocionarse haciendo un llamamiento para que la ciudadanía colaborara y ayudara al pueblo ucraniano. El propio Denys les ha contado tras reencontrarse con él hace tres semanas que
intentaba dormir el mayor tiempo posible “para no pensar en comer”. “No tenían comida, y lo que hacía era dormir. Los rusos entraron en la casa y le quitaron el teléfono. Por eso no podía comunicarse con nosotros. Es verdad que no le hicieron daño, pero sí entraron en las casas para pedirles comida y alcohol”, cuenta Davinia a Información.
Aunque ella, su marido y sus tres hijos pudieron respirar tranquilos tras ese calvario de más de un mes, cuando el chico fue evacuado, junto a sus padres y dos hermanos, y viajaron a hasta Huesca, donde residen los padres de acogida de su hermano pequeño,
el reencuentro con la familia de Jerez no se produjo hasta el pasado 25 de julio cuando al fin pudieron verse las caras en la Estación de Renfe de Jerez. En todo ese tiempo,
mantuvieron contacto permanente a través de Messenger, donde Denys “a diario nos mandaba caritas diciendo que quería venirse y estar con Joel (el hijo pequeño de Davinia). Él siempre quiere tirar para el sur”, comenta. Entonces se decidió que la familia no se separara y estuviera en Huesca, donde el otro padre de acogida tenía una pensión y los progenitores de Denys podían trabajar, pero una vez que regresan a Ucrania para empezar de cero han pensado que el pequeño se quede en Jerez hasta que ellos se organicen.
Tienen que empezar de cero.
“Van a comprar otra casa, y se llevan a su hijo mayor. Denys se queda con nosotros y el pequeño con la familia de acogida de Huesca. No creo que vuelvan a su zona porque estaba muy pegada a la frontera con Rusia. Denys nos ha dicho que las ventanas de la casa estaban rotas”, señala Davinia. Pese a lo que ha vivido, el ruido de los bombardeos y las amputaciones que han sufrido padres de amigos suyos, se encuentra bien de ánimos y, en principio, libre de traumas pese a la situación tan extrema por la que ha pasado. “Él está bien, es verdad que se hace pis en la cama por las noches y que pasó miedo y hambre, eso nos lo ha dicho. También come mucho más que antes, suele repetir, antes comía menos. Pero tiene muy buen aspecto”, detalla.
Ella no presenció el momento en el que su hija Salma, de 19 años, lo vio por primera vez desde enero, pues pasó las vacaciones de Navidad en casa) en la estación de Zaragoza para viajar juntos a Jerez, pero sí
el emocionante reencuentro en la estación de aquí. “Él y mi hijo corriendo salieron corriendo para abrazarse. Fue muy emotivo y un día de locura”, reconoce, pues hasta el último momento no supieron con certeza que Denys se iba a poder venir .
Vuelven a estar todos juntos
Ahora vuelven a estar todos juntos otra vez. Denys se matriculará en el colegio con Joel en Jerez (el último curso lo terminó en Huesca) hasta que sus padres se instalen en su nueva casa y, además, se ha encontrado con una compatriota entre su familia de acogida: Vika, de 15 años. Ella regresa a final de este mes a Ucrania tras convivir cinco meses con Davinia y los suyos. Llegó en el peor momento, pues estaban en un sinvivir por no saber nada de Denys, pero en la ONG les pidieron el favor de acogerla tras sacarla de un internado con otros niños de Ucrania de urgencia, y estos padres jerezanos tan solidarios tuvieron claro que lo importante era salvar su vida. Ahora también es una más
“Se ha adaptado muy bien, es muy cariñosa, nos va a dar mucha pena que se vaya. Al principio tenía algo de pelusilla con Denys, se pensaba que le íbamos a dar de lado hasta que ha entendido que no. Que no hay diferencias”, reconoce. Entre ellos se llevan bien, aunque lo peor que llevan en casa es que se pongan a hablar en ucraniano entre ellos y no les entiendan. “En español también por favor”, suele decirles Davinia, que se toma con humor cuando la conversación entre ellos se hace ininteligible por el idioma, aunque los dos se defienden bastante bien ya con el español. Lo más importante de todo: que ha habido un final feliz, podemos contarlo y esta familia jerezana tiene parte de ‘culpa’. Ojalá más como ellas.