La serie Solo asesinatos en el edificio ha llegado a su tercera temporada sin signos de agotamiento. Es más, se ha permitido el lujo de reivindicar su continuidad con un final abierto que sitúa al edificio Arconia como uno de los más exquisitos y peligrosos de Manhattan -su tasa de criminalidad supera ya la de Cabot Cove, el pequeño pueblo de Jessica Fletcher-.
Simplemente, una genialidad más con la que adornar el colofón a este más difícil todavía, y no ya por la trama detectivesca marca de la casa, sino por la construcción de la trama en sí, convertida en un decidido homenaje al mundo del teatro, a la pasión con la que se entregan quienes deciden dedicarse al mundo del entretenimiento, ya sea desde la creación, la interpretación, como desde la producción.
Homenaje en el que no faltan las referencias; la más palpable a Cantando bajo la lluvia: si el montaje inicial ha sido un fracaso, convirtámoslo en un musical. Y no solo lo hacen, sino que se permiten el lujo de crear un momento inolvidable y mágico, como el protagonizado por Meryl Streep y Ashley Park interpretando el tema Look for the light -ojo a la mirada de asombro de Steve Martin-, una preciosa melodía que encarna las emociones del género con mayúsculas.
Y el acierto no es solo el de contar con Meryl Streep como artista invitada al espectáculo, sino la particularidad del personaje secundario que le han brindado y que ella construye a base de una amplia gama de matices: el de una veterana actriz de segunda fila a la que le ha llegado la oportunidad de su vida entrada la tercera edad, después de acumular fracaso tras fracaso sobre el escenario.
Obviamente, la serie va de resolver un asesinato; otro más. Y el teatro sirve en este caso de telón de fondo para reunir en un mismo escenario a toda la larga lista de sospechosos que tenían motivos para acabar con el insoportable protagonista de la obra, al que encarna estupendamente Paul Rudd, y para que el trío de improvisados investigadores encuentren un nuevo motivo para seguir adelante con su exitoso podcast, mientras exprimen su comicidad y su inagotable química en pantalla. A Steve Martin se le va la mano con algunos chistes, Martin Short va desbocado a todas partes y Selena Gómez no para de crecer como artista pese a su voz natural. Son ya casi de la familia. Ojalá vuelvan a investigar.