EL miedo le quita el brillo a las luces, sofoca los villancicos, oscurece los escaparates y amarga el turrón. Estas navidades son las del miedo. Miedo a quedarse en el paro. A que la juventud no encuentre trabajo por mucho que estudien. A coger el coche por si acaso. A encontrarnos en nuestro barrio otra tienda cerrada. Miedo a gastar lo que tenemos.
Navidades del miedo. Miedo que no se nos va del cuerpo ni con el voluntarioso discurso del Rey, ni con la inmolación política de Zapatero, ni con la dudosa esperanza que promete Rajoy. La crisis nos ha quitado la tontería de nuevos ricos de un soplamocos y ahora nos paraliza ante las cosas que antes comprábamos sin mirar siquiera la etiqueta.
El miedo se contagia con la misma rapidez como aquella gripe A que nunca existió. Nos volvimos locos, el Gobierno se gastó una pasta en comprar vacunas y después las han tenido que destruir porque la famosa enfermedad se evaporó como el dinero que nos prestaron los mercados y que gastamos como si fuera nuestro. Eso sí, los laboratorios que fabricaron las vacunas se hicieron de oro al igual que los especuladores que dan mucho miedo porque son los bárbaros que presionan nuestras fronteras para invadir nuestra civilización de bienestar.
Ese es otro miedo que también tenemos, a los bárbaros. Un miedo bastante justificado porque la avanzadilla de la invasión ya se está colando por los cables de la red y la televisión. Resumiendo, es el miedo a que Belén Esteban acabe siendo nombrada presidenta de la conferencia de Rectores de Universidades españolas.
Puede, incluso, que suene a broma pero estas navidades han llegado a España unos tíos muy listos y muy ricos que dedican a lo mismo que Richard Gere en Pretty Woman y han cerrado la cadena de noticias CNN+ para sustituirla por 24 horas de Gran Hermano. Una empresa de comunicación que cambia periodistas por ratas de laboratorio. Está pasando, lo estás viendo. Como para no tener miedo.