Lo peor no es que el Domingo de Ramos se quedara prácticamente huérfano de cofradías. Ni que del Lunes Santo apenas nos quede en la retina el recuerdo de cómo la Hermandad de la Paz de Fátima trataba de completar su itinerario cual funambulista sobre el fino alambre que separa la gloria de la tragedia. Lo peor no es que un par de lloviznas que apenas habrán servido para empapar la tierra de nuestros campos hayan destrozado el Martes Santo.
Lo peor es, sencillamente, que a esta pesadilla no se le ve final.
La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ya advertía por la mañana de que la tarde estaría otra vez marcada por la incertidumbre, que es sin duda alguna el peor pronóstico posible para quienes necesitan certezas sobre las que sustentar sus decisiones.
A las tres de la tarde debían abrirse las puertas del Santuario de María Auxiliadora y de la parroquia de San Rafael, y lo hicieron puntualmente porque en las horas previas no había aparecido la lluvia y porque a esa ahora tampoco lo hacía.
Y esa suele ser la máxima que inspira a la mayor parte de las cofradías. Si a la hora de salir no llueve, se sale.
Salieron a la calle los cofrades de Bondad y Misericordia y también los de la Salud de San Rafael. Y apenas unos minutos después también lo hicieron los de la Hermandad de la Clemencia, que empezaron a buscar el centro de Jerez desde el polígono de San Benito justo en el año en el que están celebrando su 25 aniversario.
Las tres primeras cofradías se hacían ya presentes en las calles de sus respectivos barrios, siguiendo el guión previsto cuando la Semana Santa era apenas un sueño al que quedaban por descontar un buen número de amaneceres.
Había nubes y claros y soplaba el viento, pero incluso este siempre incómodo invitado no era mal recibido.
A las cuatro y media de la tarde inició su recorrido la Hermandad de la Salvación desde la parroquia del Perpetuo Socorro, en la barriada de Las Torres. Entre nubes y claros, con idéntica normalidad. A partir de ahí quedaba un margen de algo más de una hora para que se abrieran las puertas de la iglesia de San Mateo y se plantara en la calle la cruz de guía de la Hermandad del Desconsuelo. Y un poco más aún para que lo hicieran igualmente las del Cristo del Amor y La Defensión.
El pronóstico de la Aemet elevaba el riesgo de precipitaciones a partir de las seis de la tarde. Fue justamente
cuando la Hermandad del Desconsuelo estaba iniciando su recorrido cuando se abrieron los paraguas por San Mateo. Daba la sensación de que los tramos del cortejo de nazarenos que habían salido ya a la calle iban a volver sobre sus propios pasos, pero no fue así. En realidad, apenas caían unas gotas de agua y daba la sensación de que esa llovizna podía cesar de un momento a otro.
La Defensión y El Amor optaron por no salir a la calle, quedándose en el interior de sus respectivos templos a la espera de una mejor ocasión. Ciertamente, el cielo no invitaba a esa hora a otra cosa que no fuera resignarse a los designios de la meteorología.
El Desconsuelo decidió seguir para adelante y las cuatro cofradías que habían salido con anterioridad no tenían otra alternativa que tratar de completar su paso por la Carrera Oficial en busca de la Catedral.
La lluvia aparecía de manera intermitente. Apenas se abrían los paraguas como se volvían a cerrar. Ya con
Bondad y Misericordia en la plaza de la Asunción esas gotas de agua parecieron hacerse más persistentes. El palio de
María Santísima de Salud y Esperanza, de la Hermandad de la Clemencia, alcanzaba entonces el Gallo Azul. Detrás venía la
Hermandad de Salud de San Rafael, que aprovechó para buscar refugio en la iglesia de San Francisco. A continuación, la
Hermandad de la Salvación, que ya en la calle Larga no tenía otra alternativa que marchar hacia el primer templo diocesano. No era una lluvia de gran intensidad, pero sí empezaba a ser persistente y se hacía necesario adoptar medidas de urgencia.
La Hermandad del Desconsuelo se encontraba entre la iglesia de la Victoria y la basílica de la Merced, que fueron los templos que utilizó para resguardar tanto a sus cortejos de nazarenos como a sus respectivos pasos. El Señor de las Penas se refugió en la sede de la Hermandad de la Soledad, mientras que María Santísima del Desconsuelo se quedó junto a la patrona.
De nuevo la meteorología había echado por tierra el Martes Santo, al que ya no le quedaba otra cosa que acabar de la manera más aseada posible.
Bondad y Misericordia, La Clemencia y La Salvación acordaron regresar desde la Catedral a sus respectivos templos, idéntica decisión a la que adoptó La Salud de San Rafael, que se encontraba en San Francisco. En paralelo, desde el Consejo local de la Unión de Hermandades se comunicó el regreso de la Hermandad del Desconsuelo a San Mateo. El cortejo del Señor de las Penas partiría de la iglesia de la Victoria hacia Ancha y Merced y en la basílica se incorporaría el paso de palio.
La Hermandad de la Clemencia adoptó la decisión de prescindir tanto del cortejo de nazarenos como de las bandas de música, reduciendo el acompañamiento de sus imágenes titulares al estrictamente necesario: presidencias y acólitos. Sin duda una postura razonable teniendo en cuenta que los nazarenos se habían mojado y que debían regresar hasta el polígono de San Benito en una noche fría y desangelada.
Y eso fue todo lo que dio de sí este deslucido martes, el
tercer capítulo de este sucesión de infortunios en el que parece haberse convertido la Semana Santa de 2024, que posiblemente pase a la historia como una de las más adversas que se recuerden desde el punto de vista meteorológico.
Pero lo peor es que a esta pesadilla no se le ve un final. La previsión de la Aemet para este miércoles advierte de riesgo de precipitaciones entre las dos y las cuatro de la tarde. Ofrece una tregua a continuación y vuelve a hablar de chubascos a medianoche. Por si fuera poco, se ha decretado alerta amarilla por viento hasta las nueve de la noche. Y para el Jueves, Viernes y Sábado Santo, más de lo mismo.
Definitivamente, la Semana Santa de Jerez ha entrado en un bucle meteorológico del que no hay manera de salir.