Fernando Cano, jerezano injertado en Sevilla de donde ha sido pregonero de su Semana Santa, en su momento hilvanó una frase que más o menos decía que en Jerez gusta todo, pero que los jerezanos no nos apasionamos por nada. Y lleva razón, porque a esta Feria que ya estamos empezando a dejar atrás no le puede poner pega alguna. Está en sus justos límites. No hay que retocarla. La ciudad efímera está dentro de los parámetros en los que debe estar. Ni más ni menos, pero le falta el apasionamiento de los jerezanos, que los jerezanos sientan y vibren con su Feria desde el primer momento, que los que tienen la fortuna de contar con caballos y coches no esperen a la jornada del jueves para hacer acto de presencia en el paseo del real, que se dejen ver desde el primer día, que los jerezanos comencemos a apreciar la grandeza de nuestras casetas y nos dejemos de hablar de si hace viento o van al real más o menos gente. Lo importante es que el real tenga vida propia desde el primer momento en que la luz se hace eclosión de belleza en el Parque González Hontoria.
El apasionamiento de los jerezanos es lo que le falta a esta Feria, aparte de algunas otras cosas que no me terminan de gustar y que no sé si tienen solución. Lo del botellódromo de La Rosaleda es indignante. ¿Cómo se soluciona? Es complicado, pero todo puede llegar por ese desapasionamiento de los jerezanos por nuestras cosas. A esos miles de chavales y chavalas, algunos no tan chavales ni chavalas, que se aposentan con sus botellas en La Rosaleda les falta cultura de feria. La feria se vive en el real y en el interior de las casetas. No se vive fuera del recinto. Por cierto que los feriantes que están cerca de La Rosaleda tienen que soportar una olor a orín insoportable que llega desde ese botellódromo que ojalá y desparezca, por el bien de todos, más pronto que tarde.
Y más pronto que tarde hay que sentarse a hablar con los propietarios de la plaza de toros de Jerez. Con todos mis respetos a los chavales que salieron al ruedo, no es de recibo que en una Feria de Interés Turístico Internacional y que es una referente importantísimo, no solo en Jerez sino en Andalucía toda, un jueves haya una clase práctica de tauromaquia en la plaza de toros de Jerez. Un jueves, que es un día grande, tiene que celebrarse una gran corrida. La empresa ha ido quitando festejos y festejos hasta que ha anulado a la afición que podía existir. Jerez necesita y precisa que su feria taurina sea longeva, que vuelva a arrancar el miércoles y que tenga notoriedad. Que los carteles han sido muy buenos, cierto. Que han venido los figurones también, pero que necesita más cantidad también lo es. Y que habrá que buscar fórmulas. A lo mejor hay que comenzar en enero a vender el abono, a intentar que se pueda pagar a plazos. No lo sé, pero lo que sí sé es que esta feria necesita de más carteles taurinos y que cuando estos se tengan la gente acuda, aunque para ello habrá que ofrecer, con la que está cayendo, facilidades. La fiesta se perdía en Santander y se ha recuperado, en Córdoba parecía que no iban a existir carteles y ha habido uno más que en Jerez. Hay trabajo que realizar.
Y también hay que tener cuidado a quién se le da las casetas, para que no ocurran los hechos que han ocurrido en dos casetas puntuales, que una ha habido que cerrarla y la otra la cerró el casetero de motu propio. De todas formas esas circunstancias no restan ni un ápice a la gran Feria que ha vuelto a disfrutar Jerez.
2013 viene reforzada y con novedades.
Sara, que actualmente está en Madrid, y Carlos, informático y que reside en México, son los” j<S