Es fácil que recuerdes su figura porque le gustaba pasear por las calle de Jerez. Enraizado en esta tierra y entregado a su vocación de Hermano de La Salle, son muchas las generaciones de jóvenes jerezanos que han pasado por sus aulas y a los que él dedicó sus mejores enseñanzas y la preocupación por su desarrollo desde niños y su maduración como personas.
Así describía el H. Roberto su lugar de nacimiento, en una entrevista que le hicieron: Nací en un pueblo pequeño de la provincia de Valladolid, de nombre Fonpedraza, en la ribera de Duero, donde transcurrieron los doce primeros años de mi vida. Y los recuerdos que de entonces guardo, aunque muy lejanos, los califico de muy felices, hogareños y fructíferos. Porque, aunque no nadaba en la abundancia, no me faltó nada de lo esencial: buena salud, excelentes compañeros y amistades y, sobre todo, un hogar cálido, con unos padres y siete hermanos trabajadores, cuyo ejemplo y ayuda me sirvieron para ir madurando humana y cristianamente”.
En la Casa de formación de Griñón, a treinta kilómetros de Madrid, es donde el H. Roberto hizo las etapas de formación básica de un Hermano de La Salle: aspirantado, noviciado y estudios de teología y magisterio, para iniciar su tarea educativa y pastoral como Hermano de La Salle a los veinte años, en Madrid, en el colegio La Salle Santa Susana, para pasar, seis años después, al colegio La Salle Maravillas, donde continuó su tarea educativa, compaginándola con estudios superiores en la Universidad Complutense de Madrid.
Y terminada su Licenciatura en Ciencias Pedagógicas, fue destinado a tierras andaluzas donde pasará el resto de su vida. La ciudad de Jerez de la Frontera ha sido el hogar amado y revelador de sus desvelos y pasiones. En su memoria, los proyectos de vida y misión en los colegios de La Salle Buen Pastor, en sus tres ubicaciones sucesivas, y el de La Salle Sagrado Corazón, de Mundo Nuevo, han sido los dos Centros Jerezanos en los que ha desarrollado su labor educativa y pastoral durante cerca de los treinta años de permanencia. En los dos centros, además de cumplir su tarea de enseñanza y educación, ha sido Director del colegio, unas veces, y de la comunidad de Hermanos, otras.
Varias otras ciudades andaluzas se han beneficiado también de la rica personalidad de nuestro Hermano Roberto y del bien hacer educativo y pastoral, como son: Antequera, Melilla, Granada y Arcos de la Frontera. Firmeza, ternura, servicio, dedicación, fidelidad, generosidad.. son el eco de sus huellas que han marcado la resonancia de un hombre bueno, justo, enamorado de su vocación, amigo de sus amigos, hermano mayor de sus alumnos, compañero fiel y, sobre todo, hermano de sus hermanos, siempre atento a las necesidades de los demás. Su fiel fraternidad fue la excelencia de su humanidad y la fortaleza que fue revitalizando su espíritu.
El arte de instruir y educar comienza acercándose, comprendiendo y queriendo a los niños, y prosigue luego haciéndose comprender y siendo querido por ellos. Y este ha sido el método que el H. Roberto ha empleado en su vida de educador; y ésta ha sido la respuesta que en el colegio recibía cada día, cuando paseaba por los patios en los recreos de los niños o pasaba por las clases, de los pequeños sobre todo, para decirles un saludo de Hermano mayor o darles un dulce para disfrutar de sus sonrisas.
Y como sabía muy bien que el principio de la educación es predicar con el ejemplo, en el H. Roberto encontrábamos, los niños y los mayores, el prototipo de la persona buena que engancha con su sonrisa, que alienta con su palabra, que está atento a las circunstancias de cada uno y responde con el detalle oportuno, que a todos nos gusta cuando constatamos que alguien se acuerda de nosotros. No dejes de visitar a las Doctoras que me atendieron durante siete años en el centro de diálisis, que siempre han sido muy atentas conmigo, me decía cuando ya estaba en Granada; hazles una visita y dales las gracias en mi nombre. Y así lo he hecho, incluso para comunicarles su muerte y llevarles la esquela con la noticia y su propia fotografía, sin poder evitar la emoción que estas visitas me han causado.
Adiós, Hermano Roberto: te has ido muy rápido, te has ido sin hacer ruido, te has ido agradecido y querido por cuantos hemos compartido tu vida. No te preocupes por no haberte podido despedir de nosotros, tus Hermanos y amigos, como era tu deseo; comprendemos tu marcha y la aceptamos como voluntad de Dios, como hiciera La Salle en el momento de su muerte: “Adoro en todo la voluntad de Dios para conmigo”. No te preocupes que no te olvidaremos porque el buen educador deja una huella para la eternidad, que no se borra con el paso del tiempo. Siempre te recordaremos y seguiremos queriéndote.