El director jerezano Juan Miguel del Castillo lo repitió hasta la saciedad antes, durante y después del rodaje de ‘Techo y Comida’: su ópera prima sobre el drama de los desahucios iba a ser una película “incómoda”, “molesta” y con la que quería que el público se pusiera en la piel de los más vulnerables de la crisis. Se trataba de contar la historia desde el punto de vista de los perjudicados, los que estos años han visto que el desempleo les ha cerrado las puertas de su proyecto de vida, llevándose por delante sus sueños, su trabajo, y, lo más indigno de todo, su techo en el que vivir.
Este es el infierno que vive Rocío, retratada por una Natalia de Molina a la que los críticos sitúan ya en la quiniela para hacerse con la Biznaga de Plata a la mejor actriz de esta edición del festival. El papel de su hijo, interpretado por el niño jerezano Jaime López, de 8 años, tampoco se queda atrás en esta apuesta por un cine social muy necesario en el decimoctavo Festival de Cine Español de Málaga. Una cita que enfila su recta final al haberse presentado ya doce de los trece largometrajes en competición.
Fue un día intenso y de muchas emociones para Juan Miguel y su equipo, que desfiló por la alfombra roja con la serenidad del trabajo bien hecho y los lógicos nervios de debutar en una cita que cada año gana más peso. Pese a su corta edad, no le asustó la expectación que ha despertado su participación en este proyecto a Jaime López, el benjamín de la familia de “Techo y Comida”, quien protagonizó las anécdotas de la rueda de prensa, derrochando carisma.
La película se desarrolla en Jerez, en el año 2012, cuando se jugaba la Eurocopa. “Andalucía es una tierra que está muy castigada, lo he mamado desde chico, allí la verdad es que las cosas nunca han ido bien, y es algo que me toca mucho la fibra, porque tengo a gente muy cercana que lo está pasando mal”, señaló el director jerezano horas antes de que su película se proyectara en el Teatro Cervantes que muchos abandonaron con los vellos de punta.