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Sábado 16/11/2024
 

Jerez

Un boxeador en el infierno

A la vida de Johann Wilhem Trollmann no le hace falta la imaginanción de un inventor de historias; su vida es muchas vidas, su vida es el retrato de un tiempo en el que el horror sazonaba el pan de cada día

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“Enséñame un héroe –escribió Francis Scott Fitzgerald- y te escribiré una tragedia”. A la vida de Johann Wilhem Trollmann no le hace falta la imaginanción de un inventor de historias; su vida es muchas vidas, su vida es el retrato de un tiempo en el que el horror sazonaba el pan de cada día, su vida y su muerte infame son una  mancha imposible de lavar, por mucho que los alemanes de hoy froten la mugre y la sangre con las que ensució la Historia la Alemania del III Reich.

Johann Trollman nació en 1907 en la Baja Sajonia, en el seno de una familia de gitanos que había abandonado el nomadismo. Afincado con su familia en Hannover, desde muy joven se aficionó al boxeo. Entre su gente le conocían como “Rukelli”, que viene a significar “árbol joven”, y con ese apodo hizo fortuna en el mundo del noble arte. Era Rukelli un semipesado que avanzó en el tiempo a boxeadores como Sugar Ray “Leonard” o Alí, con un juego de piernas y una manera de moverse en el ring que no se estilaba en la época,; mucho menos en Alemania, acostustambrada por aquel entoces al modelo “Schemelling”, esto es, pegadores y fajadores que apenas se movían del centro del cuadrilátero.
El racismo cultivado por el partido Nacionalsocialista Alemán fue la fruta de un árbol que muchos  frecuentaron. Ya en 1928, cinco años antes de que Hitler ocupara la Cancillería, a Johann Trollmann le prohibieron acudir a los JJOO de Amsterdam. Había ganado la plaza en el ring, pero el Comité Olímpico Alemán lo sustituyó por el boxeador derrotado en la eliminatoria, con la excusa de que ”su estilo no era lo suficientemente alemán”.
Pero el “baile Trollmann” se hizo inmensamente popular en su época; tanto que encontramos noticias suyas incluso en la prensa española, en el Mundo Deportivo, La Voz, o el Sol. En junio de 1933 llegó su gran oportunidad. La Asociación Alemana de Boxeo programó en Berlín el combate entre el gitano Trollmann y el ario Adolf Witt, con el titulo de campeón de Alemania en juego. Rukelli bailó alrededor de Witt durante los doce asaltos que duró la pelea. Su victoria fue incontestable, aunque los jueces amagaron con declarar el combate nulo. La presión de los aficionados, que a punto estuvieron de protagonizar un motín, les obligó a cambiar de decisión, y Johann Trollmann recibió el cinturón de campeón.
Pero el título solo le duró seis días. La presión de la prensa nazi fue brutal, el Volkischen Beobachter (el obervador del pueblo), periódico oficial del partido, lo llegó a calificar de “boxeador afeminado”. La Asociación decidió retirarle el título por “mal boxeo y pobre comportamiento”, a la vez que programaba otro combate, esta vez contra Gustav Eder, boxeador que años más tarde llegaría a ser campeón de Europa. La Asociación Alemana de Boxeo no corrió esta vez riesgo alguno: determinó que Trollmann debería pelear al estilo alemán, pegando y recibiendo, y le prohibió que utilizara su famoso baile. En un gesto de desesperada protesta, Rukelli apareció aquella noche en Berlín con el pelo teñido de rubio y la piel cubierta de harina, una parodia de ario; se plantó en en centro del cuadrilátero,  se negó a boxear y  durante cinco asaltos aguantó el castigo antes de caer desplomado a la lona.
Su vida se convirtió desde aquel día en un descenso a los infiernos, por etapas. Se divorció de su mujer y se alejó de su hija para evitarles su infierno; en 1939 fue esterilizado, enrolado en el ejército cuando empezó la guerra  y enviado al frente ruso y por fin, detenido por la Gestapo y arrojado a un campo de exterminio. En diciembre de 1942 Himmler firmaba el “Decreto de Auschwitz”, que ordenaba la deportación de todos los gitanos. Heinrich Trollmann, su hermano, llamado “stabeli” y que también era boxeador, fue deportado a Auschwitz donde murió en 1943 a los 27 años. A Rukelli le tocó en suerte el campo de Neuengamme, cerca de Hamburgo. Allí el preso 721/1943 intentó bailarle a la muerte como mejor sabía. Obligado a boxear para distraer a sus verdugos, Trollmann disputó su último combate un día ignorado de 1943. Su rival fue un capo del campo, un criminal al servicio de los nazis llamado Emil Cornelius; Rukelli lo noqueó entre las risas de los guardias, y el capo le hizo pagar la vergüenza pasada rematandolo sobre el suelo con un garrote. Allí, sobre el barro infame  de la historia, con los guantes puestos,  acabó su tiempo el gitano Johann Wihlen Trollman, Rukelli, campeón de Alemania de los pesos semipesados.
La asociación Alemana de Boxeo le devolvió el título en 2003, y hoy una calle de Hamburgo y otra de Hannover llevan su nombre; también se llama como él el remodelado pabellón de deportes de Berlín, levantado en el mismo lugar en el que peleó por el título.
Johann Trollman no fue el único deportista que pisó el campo de Neuengamme. Otto “Tuly” Harder, jugador del Hamburgo, internacional, una celebridad en su época, también pasó allí parte de la guerra. Enfundado en un uniforme de las SS, Harder fue uno de los guardianes del campo. Capturado al finalizar la guerra sería condenado a quince años de cárcel, de los que solo cumplió cuatro y medio. Su muerte, ocurrida en silencio 1956 lo igualó con el preso gitano Rukelli. Pero la historia, implacable siempre con los verdugos, los ha separado para siempre.

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