Hasta que el Ayuntamiento de Jerez no anunció hace unos meses el inicio del proceso para declarar zonas acústicamente saturadas (ZAS) la Plaza del Clavo, próxima a Tornería, junto con Vargas y la calle San Pablo, a instancia de las denuncias vecinales, este enclave había salido a la luz en contadas ocasiones por los problemas de la movida. Una vez que la designación es cuestión de días, las más de treinta familias afectadas por los problemas para conciliar el sueño por el ruido de los negocios de la zona tienen claro que pasarán a la acción si las medidas que Urbanismo concrete en virtud de esta normativa no les dan una solución.
¿Cómo?Colocando pancartas como ya hicieron los residentes de Plaza Vargas hace años, cortando la calle o manifestándose en el Pleno, sin descartar incluso recurrir a la vía judicial si los procedimientos administrativos abiertos no llegan a buen puerto. “Hemos denunciado en Comisaría, en Urbanismo y en Medio Ambiente. Vamos a ser cautos, a ver qué medidas se toman, pero si los problemas persisten tendremos que manifestarnos”, señala uno de los vecinos afectados, que prefiere mantenerse en el anonimato para no tener conflictos con los hosteleros. Entre la Plaza del Clavo y la calle hay tres establecimientos, “que no están acondicionados para ejercer una actividad que no sea la de cafetería, no están insonorizados, y cierran entre la una y las dos”, se queja, lamentando la excesiva permisividad del Ayuntamiento.
“Aquí tenemos que aguantar que en Navidades se haga una candela, y los vecinos de los pisos de enfrente no pueden salir con los coches; que algunos clientes vayan a tomarse algo a la terraza del bar y aparquen en la misma plaza, dificultando la entrada o salida del garaje”, se queja este mismo residente.
Tampoco ayuda, tal y como denuncian, que la pilona de la calle Tornería “lleve año y medio averiada” y por la céntrica vía “circule todo Dios, ignorando que no pueden hacerlo a más de 10 kilómetros por hora. Cualquier día va a salir un niño de un portal no lo van a ver y vamos a tener una tragedia”, lamenta, indignado. Después de que en Semana Santa la situación fuera insostenible, convocaron una reunión, a la que pensaban que irían “tres o cuatro gatos”. La sorpresa fue que al encuentro acudieron 30 vecinos. Han dado un golpe en la mesa. Esperarán a las decisiones que se tomen y muchos ya tienen previsto asociarse al colectivo vecinal del centro histórico.